Page 374 - El Misterio de Belicena Villca
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Las Ruinas de Tambo Machay, en las inmediaciones de Cuzco, Perú


                        El anciano era uno de los Atumurunas, a los que las frases en quechua,
                 pronunciadas por Lito de Tharsis habían  invocado. Mas ¿quiénes eran los
                 Atumurunas? Según respondió el anciano, que luego del recibimiento narrado se
                 tornó tan parco y lacónico como los Amautas, los Atumurunas pertenecían a
                 una Familia: eran miembros de la Casa “Inga Kollman”; “Inga”, quería decir
                 “descendiente”, vale decir, que los Atumurunas eran los “descendientes”
                 de Kollman.
                        Eso era comprensible, explicó Lito a los Hombres de  Piedra, pues la
                 partícula  “ing” significa descendiente en las  lenguas germánicas, como en
                 Merovingio o Carolingio; pero ¿y quién  era Kollman? El anciano se negaba a
                 responder alegando que sus parientes se lo explicarían  “cuando llegasen a
                 Koaty, la Isla de la Luna”. ¿Dónde quedaba la “Isla de la Luna”?: “en el lago
                 Titicaca, al que llegarían tras una semana de marcha”. “El  sendero lateral que
                 conduce desde el Camino de los Dioses hasta Cuzco hacía días que lo habían
                 dejado atrás; ahora se encontraban en una región todavía no explorada por los
                 españoles; pero había que apurarse pues los ‘ingas’ tenían noticias de que se
                 preparaba una expedición hacia el Sur; los Huancaquilli blancos llegaron justo a
                 último momento, cuando los Atumurunas ya desesperaban de que se cumpliese
                 la advertencia de los Dioses”. Y nada más que esto  se le podía sacar al
                 anciano Atumuruna.


                        Siete días después divisaban una colosal fortaleza  de piedra en lo que
                 debía ser el extremo Sur del Camino de los Dioses. El  Camino, en efecto,
                 terminaba frente a la fortaleza, y ésta, cuyas murallas tenían forma de media
                 luna, se recortaba contra una montaña de inaudita altura. Sin embargo el Camino
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