Page 377 - El Misterio de Belicena Villca
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situación que los obligaba,  cuando menos, a exhibirla en cada ceremonia de
                 coronación de Rey, o a presentar la Corona frente a cada nuevo Señor Territorial
                 con el cual estaban enfeudados. No obstante tal comportamiento imprudente, los
                 skioldanos consiguieron mantenerse libres hasta  los tiempos del Rey de
                 Alemania Enrique I, el Pajarero. En el siglo X, este Rey, que era también Iniciado
                 Hiperbóreo, derrotó al Rey de Dinamarca, Germondo, y conquistó el Schleswig;
                 según su costumbre, estableció una marca fronteriza en la región y para tal fin
                 nombró Margrave al Rey de Skioldland, sin importarle si sus súbditos eran o no
                 cristianos. Pero el Reino alemán sí lo era y los Golen no tardaron en iniciar una
                 campaña de agitación para forzar la conversión en masa de los vikingos y obligar
                 a su Rey a entregar “los instrumentos del Culto pagano”, entre ellos la Corona
                 con la Piedra de Venus. Sin embargo, nada consiguieron en vida de Enrique I.
                        Muerto el Rey en el año 936, le sucede su hijo Otón, quien, a pesar de
                 descender del legendario Vitikind por parte de su madre Matilde, tenía el
                 cerebro lavado por obra de sus instructores Golen benedictinos. Otón I deseaba
                 en un todo imitar a Carlomagno y comienza por hacerse coronar Rey en
                 Aquisgrán, por el Arzobispo de Maguncia, a lo que seguirían luego varias
                 expediciones a Italia para conocer a los Papas, y su investidura imperial en
                 Roma, en el 962. La fortísima liga entre la Iglesia alemana y el Imperio, que
                 durará hasta el exterminio de los  Hohenstaufen en 1250,  puede afirmarse que
                 comienza con las extraordinarias concesiones de Otón I. Es comprensible, pues,
                 que con semejante Emperador la suerte del pequeño Reino de Skioldland
                 estuviese echada. En el 965, las intrigas de los Golen surten efecto y una
                 expedición marcha sobre el Schleswig: la componen tropas imperiales al mando
                 del General Zähringer y llevan la misión de convertir al Reino pagano al
                 cristianismo o destruirlo, y, de cualquier  modo, secuestrar la Corona real. Esta
                 vez no hay salvación para los vikingos y es así que su Rey, Kollman, les propone
                 abandonar ese país que pronto caerá en poder de los Demonios: –¡Odín guió a
                 nuestros abuelos y les entregó estas tierras; y El nos manda ahora partir hacia
                 otro Reino allende los mares!
                        El setenta por ciento de la población aceptó la oferta y se hizo a la vela en
                 220  drakkares, pero quienes se quedaron fueron  pasados a cuchillo por los
                 enfurecidos evangelizadores. La numerosa flota cruzó el Mar Tenebroso y llegó
                 hasta el Golfo de México. Allí, florecía  la civilización de los toltecas, quienes
                 recibieron a los vikingos como “hijos de los Dioses”, es decir, como
                 descendientes de los Atlantes blancos.
                        La Casa de Skiold era tan antigua como la de Tharsis. Pero en la misión
                 familiar ambas Estirpes diferían notablemente: en lugar de un Fuego Frío en el
                 Corazón, los Señores de Skiold debían profundizar en el secreto de la Agricultura
                 Mágica hasta dar con la esencia del  cereal; incorporada en la Sangre Pura,
                 aquella esencia causaría la precipitación de una  Semilla de Piedra en el
                 Corazón de los Iniciados. Los Atlantes blancos les habían aconsejado que
                 formasen un cuerpo permanente de Noyos y Vrayas, cuya tarea sería contemplar
                 la Piedra de Venus y aguardar que en ella  se presentase “la Señal Lítica del
                 Valhala”: cuando ello ocurriese, sería el momento de viajar a la Morada de los
                 Dioses. Y la Señal había aparecido, pocos días antes del ataque a Skioldland. En
                 la Piedra de Venus, una Vraya consiguió ver un paisaje megalítico a orillas de un
                 enorme lago: aquel lugar, decían los Dioses Leales, se hallaba más allá del Mar
                 Tenebroso; pero hacia allí debían ir, pues un Gran Imperio sería de la Casa de

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