Page 416 - El Misterio de Belicena Villca
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para tal fin. Sí, Dr. Siegnagel. Acierta Ud. en este punto: los Druidas eran
                 Sacerdotes; y de la peor especie que se haya registrado en la Historia de la
                 Humanidad.
                        También cree Ud. que eran “Sabios y tendrían una moral nada
                 desdeñable”. Pues, sobre su “Sabiduría” hay pocas dudas ya que detentaron
                 todos los aspectos del saber celta. En cambio las opiniones son encontradas,
                 cuando se refieren a la moral del Druida, un General pederasta como Julio César
                 (100-44 A.J.C.) los halló agradables e incluso envió al Druida Viviciano a Roma
                 como Embajador. Pero en el aspecto moral, el futuro cónsul dejaba mucho que
                 desear; en cambio Estrabón (60 A.J.C.), célebre geógrafo griego, con-
                 temporáneo del anterior, menciona actos de tremenda crueldad “que se oponen
                 a nuestras costumbres” y relata cómo los Druidas realizaban augurios
                 “leyendo” los profundos dolores de una  víctima apuñalada por la espalda.
                 También eran afectos a los sacrificios humanos, los que consumaban
                 introduciendo a las víctimas en una enorme máscara de mimbre a la que luego
                 prendían fuego.
                        Los Druidas “consideraban un deber cubrir sus altares con la sangre
                 de sus prisioneros y consultar a las Deidades en las entrañas humanas”
                 escribió Tácito.

                        Continuó un buen rato, el Profesor, leyéndome citas de diversos autores
                 griegos y latinos, unos enalteciendo tal o cual virtud, otros condenando de plano
                 la maldad druídica. No se me escapaba que quienes “condenaban” a los Druidas
                 eran también paganos, por lo que grandes debían ser las aberraciones de éstos,
                 capaces de impresionar a hombres familiarizados con todas las barbaries de sus
                 respectivas Epocas. La explicación  lingüística que había ido a buscar de la
                 erudición del Profesor ya estaba satisfecha. Empero, aquel hombre se empeñaba
                 en instruirme sobre los Druidas, revelándome cuanto él sabía de los mismos, y
                 Yo no podría ser tan descortés como para negarme a escucharlo. Aunque su
                 charla repitiese temas ya sobradamente expuestos en la carta de Belicena Villca.
                 Después de todo, el comprobar que otros conocían parte de aquellas verdades,
                 sólo podría infundirme seguridad; y tranquilizarme sobre la salud mental de la
                 difunta Iniciada.
                        –Como ya le dije –prosiguió el Profesor– no existen documentos de fuente
                 celta que puedan consultarse, a no ser las  sagas recopiladas por D'Arbois de
                 Juvainville en el siglo XIX, muy ricas en elementos tradicionales de los celtas de
                 “Iwerzón” o Irlanda. En ellas comprobamos el gran poder de los Druidas al
                 favorecer las sucesivas invasiones celtas (Fir Bolg  o celtas de Bélgica;  Fir
                 Donan y Fir Galois, o galos, Escoceses y galeses) a Irlanda, habitada hasta ese
                 entonces por los  Fomore, seres gigantes y los  Tuatha de Danan, Divinos
                 Hiperbóreos. En más de una ocasión los celtas derrotan a los Gigantes Fomore a
                 quienes exterminan y también acaban por expulsar a los Tuatha de Danan a
                 pesar de los poderes mágicos de estos. Es que los Druidas dominaban las
                 fuerzas de la naturaleza, como si  tuviesen la ayuda del mismo Satanás.
                 Producían lluvias, tormentas eléctricas  y nieblas; embravecían los mares o los
                 aquietaban; hacían “aparecer” bellas mujeres o monstruos espantosos por
                 materialización; etc.
                        En tiempos de la invasión  de los Galeses, su jefe, el Druida Amergin,
                 realiza el siguiente ritual: poniendo el pie derecho en la tierra a conquistar recita:

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