Page 67 - El Misterio de Belicena Villca
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Por supuesto, no hay que engañarse con respecto a la actividad de un
                 Mito descripto hasta en sus menores detalles: si bien en las mentes crédulas del
                 pueblo, Perseo y Medusa, eran imaginados como personajes reales, los Reyes y
                 jefes militares que ambicionaban el botín de Tartessos tenían en claro que se
                 trataba de representaciones; en los siglos de la expansión tartesia, los que
                 deseaban “emular a Perseo”, por ejemplo, sabían muy bien que la “Cabeza de
                 Medusa” que debían cortar  significaba “destruir a Tartessos”; algo semejante
                 ocurría cuando en las guerras del siglo  XIX se proponía “destruir al Oso”,
                 aludiendo a “la conquista de Rusia”, o “humillar al León”, en lugar de “someter a
                 Inglaterra”. Sin embargo, el hecho de que un Rey estuviese al tanto del sentido
                 alegórico del Mito, no le resta a éste capacidad de actuar sino que, por el
                 contrario, aumenta sus posibilidades  de concretarse realmente: el que adopta
                 inteligentemente el papel de personaje del  argumento mítico, interpreta a la
                 descripción del Mito como una especie  de plan o proyecto a realizar; pero
                 entonces no es el personaje quien actúa para realizar el proyecto del Mito sino el
                 Mito el que, inconscientemente, motoriza al personaje para concretar el
                 argumento:  quien aspire a ser Perseo, acabará cortando la cabeza de
                 Medusa, aunque crea que podrá auto-controlarse porque conoce el significado
                 alegórico del personaje.
                        Así pues, Dr. Siegnagel, los Golen “dirigieron contra Tartessos el Mito de
                 Perseo” como reacción a la expansión económica y militar que se desarrollaba
                 fuera de su control y frustraba todos sus planes: la respuesta es ahora clara.
                 Durante los siglos posteriores muchos  serían los “Perseos”  que intentarían la
                 hazaña de conquistar Tartessos; y casi siempre, integrando las expediciones
                 guerreras, guiando a los Reyes invasores o a los Jefes piratas, llegaba el Golen,
                 caricatura de Hermes que señalaría la morada de las Grayas y la ubicación del
                 Ojo único, es decir, de la Espada Sabia. Porque los Golen no olvidarían nunca su
                 objetivo principal: robar la Piedra de Venus. Esa sería su parte del botín: todo lo
                 demás, el oro y la plata, los muelles, barcos y prósperas ciudades, todo sería
                 para el Perseo vencedor, para el “héroe” del Pacto Cultural. No era mucho lo que
                 solicitaban y no serían pocos los que responderían a sus intrigantes propuestas.
                 Empero, pese a esta ofensiva que se fundaba en la acción universal de un Mito y
                 que obligaba a los tartesios a vivir en permanente estado de guerra, el Reino se
                 defendió con éxito hasta el siglo III, época en que su poderío comenzó a declinar
                 frente a otras potencias nacientes: Cartago, Grecia y Roma escribirían el final de
                 la historia.
                        Los griegos del período preclásico fueron muy receptivos a la Estrategia de
                 los Golen y ello los condujo a emprender muchas expediciones de conquista
                 contra Tartessos: desde sus pujantes colonias en Sicilia, Italia, Galia, y,
                 finalmente, en la misma  España, habrían acabado con Tartessos si no fuese
                 porque debían cuidar sus espaldas del creciente poder de Roma. Los romanos,
                 en cambio, se mostraron siempre amistosos con los tartesios y poco permeables
                 a la influencia de los Golen: ello no  debe extrañar si se recuerda que por las
                 venas de la nobleza romana circulaba la  sangre de los pelasgos de Etruria,
                 parientes directos de los tartesios. El destino no reservaría, pues, ni a griegos ni a
                 romanos la “hazaña” de destruir Tartessos. Sería un hombre de Cartago, un
                 fenicio, un rojo o púnico, el nuevo Perseo que empuñaría la hoz de hierro,
                 símbolo invertido y pervertido de la media luna, y cortaría la Cabeza de Medusa,
                 dando así cumplimiento a la profecía de los Golen.

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