Page 68 - El Misterio de Belicena Villca
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En el siglo XII A.J.C., cuando los filisteos la ocupan y saquean, comienza la
                 decadencia de Sidón, la ciudad más importante de Fenicia. Se inicia así el
                 poderío de Tiro, que no cesaría de crecer hasta que Nabucodonosor, tras un sitio
                 de trece años, la arruina definitivamente en el 574 A.J.C. Mas, para ese tiempo,
                 Tiro se ha expandido en todo el mundo antiguo y posee colonias, como Gades
                 (Cádiz), en el Sur de España, en las costas de Sicilia, en las Baleares, en
                 Cerdeña, y, desde el 814 A.J.C., en las costas de Africa, donde han fundado la
                 rica y próspera ciudad de Cartago. Con  la ruina comercial de Tiro cobra
                 preponderancia, a partir del siglo VI, la colonia cartaginesa, poseedora de la
                 mayor flota del Mediterráneo occidental.
                        Cartago alcanzó en la Historia la triste celebridad de haber constituido una
                 sociedad amoral, formada por mercaderes cuya única ambición era la riqueza,
                 que imponía su comercio con la protección de un ejército mercenario; sólo unos
                 pocos Jefes militares, en efecto, eran cartagineses: el grueso del ejército estaba
                 integrado por hombres sin patria y sin ley, vale decir, por soldados cuya patria era
                 la del que más pagaba y cuya ley dependía del pago acordado. Pero lo que más
                 impresionó siempre a los observadores, de manera análoga a la repugnancia que
                 causó en los europeos del siglo XVI el conocer el sangriento Culto azteca de los
                 Corazones Palpitantes, fue el Culto de Moloch, una deidad a la que se debían
                 ofrendar permanentes sacrificios humanos para aplacar su inextinguible sed de
                 vidas. En Tiro, los fenicios adoraban a Dioses muy semejantes a los de otros
                 pueblos de la Mesopotamia y el Asia Menor: rendían Culto a la Diosa Astarté o
                 Tanit, que para los asiriobabilonios era Ishtar o Innana, o Nana, para los griegos
                 Io, para los egipcios Isis, y que en otras partes se llamaba Ashataroth, Cibeles,
                 Atenea, Anatha, Hathar, etc.; y también ofrendaban a Adón,  que equivalía al
                 Adonis frigio; y creían en Melkarth,  que correspondía al Heracles argivo; y
                 ofrecían sacrificios a Baal Zebul, Baal Sidón, Baal Zaduk, Baal Il, Baal Tars, Baal
                 Yah, etc., todos Nombres del Dios Creador al que se representaba ora como el
                 Sol, ora como el planeta Júpiter u ora como una fuerza de la naturaleza. Fue en
                 el siglo IX A.J.C., cuando  el Rey Itobal, sacerdote de Astarté, casó a su hija
                 Jezabel con el Rey Ajab de Israel, que los Golen se infiltraron en Tiro y trataron
                 de unificar los Cultos en el Sacrificio  al Dios Uno Il. Aquel intento no daría
                 grandes resultados hasta el siglo siguiente, luego de que el Gran Rey Sargón II de
                 Asiria conquistase el país de Canaán y los Golen se trasladasen a Cartago para
                 oficiar como Sacerdotes del Culto a Moloch.
                        Hay que advertir que el cartaginés fue el primer pueblo en el que los Golen
                 se establecieron, fuera de los pueblos europeos que les estaban asignados por la
                 Fraternidad Blanca, para cumplir con su misión de unificar los Cultos. Pero sería
                 el primero y el último pues, según ellos mismos declaraban, su interés sólo
                 estaba en trabajar sobre los Cultos de Europa: si permanecían en Cartago ello se
                 debía pura y exclusivamente a la herejía tartesia, a la necesidad de orientar a
                 aquel pueblo Perseo para que cortase la Cabeza de Medusa y diese
                 cumplimiento a sus profecías. Y fue así como, impulsado por el siniestro designio
                 de los Golen, el Culto de Moloch llegaría a dominar por el terror a todos los otros
                 poderes del gobierno de Cartago: el Rey, la Nobleza, los Consejos de Estado, los
                 Jefes militares, todos acabaron sometidos a Moloch y sus Sacerdotes Golen. Al
                 final, todas las familias de Cartago estaban obligadas a ofrendar sus hijos
                 primogénitos para ser sacrificados en la  “boca de Moloch”, es decir, para ser

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