Page 62 - El Misterio de Belicena Villca
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conservado la conciencia del tiempo transcurrido. Los que se Reflejaron en la
                 Negrura Infinita, y encontraron la Verdad Desnuda de Sí Mismo, recibieron
                 también un Reflejo de la  Eternidad: la contemplación de Sí Mismo, que es un
                 Reflejo del Espíritu Eterno, se experimenta en un instante único, inabarcable por
                 el Tiempo de la Creación; los Elegidos que encuentran la Muerte Kâlibur de
                 Pyrena nunca podrán responder a esa pregunta; la experiencia de la Eternidad es
                 indescriptible. De aquí que a los del segundo grupo, los que murieron realmente,
                 se los considerase Muy Amados por la Diosa, ya que Ella los había retenido en la
                 Eternidad. Y se les brindasen los funerales propios de los Guerreros Sabios:
                 tendrían derecho a ser incinerados con  la espada en la mano; y una urna de
                 madera de Fresno, con sus cenizas, sería luego arrojada al Mar Occidental.
                        En el tercer caso, cuando excepcionalmente algún Elegido regresaba de la
                 Muerte, se lo incorporaba de inmediato al Colegio de Hierofantes de Tartessos. El
                 hecho constituía un motivo de festejo en todo el Reino pues el pueblo, que no
                 entendía de sutilezas esotéricas, intuía  infaliblemente que el Hijo de la Muerte
                 significaba un galardón para la Raza; pese a haber triunfado por Sí Mismo en la
                 Prueba del Fuego Frío, el nuevo Hierofante sería considerado como el exponente
                 de un mérito colectivo, de una virtud racial. Pero los Hierofantes antiguos, que
                 conocían el secreto, acogían igualmente con alegría al Elegido resurrecto: he allí,
                 indicaban, un Hombre de Piedra; un Regresado de la Muerte; uno que  en la
                 Muerte fue amado con el  Fuego Frío Kâlibur de Pyrena y ahora conserva el
                 Recuerdo de A-mort; uno que ha sentido, más allá del Amor de la Vida, el A-mort
                 de la Muerte Kâlibur, es decir, la No-Muerte de la Muerte Kâlibur, y ahora se ha
                 inmortalizado como hijo de la Muerte. Así lo recibían:

                               Oh Elegido de Pyrena,
                               eras mortal y el A-mort de una Diosa
                               te ha liberado de la Vida.
                               Por Voluntad del Creador Uno
                               de barro fuiste.
                               Por Voluntad de la Muerte Kâlibur
                               de Piedra eres.
                               Oh Hijo de la Muerte,
                               el Valor tiene tu Nombre.
                               Ya no debes hablar,
                               sólo actúa.
                               Guarda en tu Corazón de Hielo
                               el Recuerdo de A-mort,
                               mas no recuerdes.
                               Sólo vivénciate a Ti Mismo,
                               Fuego Frío Inmortal,
                               Hombre de Piedra.

                        Y, en verdad, el Hombre de Piedra no hablaría, quizás por muchos años.
                 No lo haría porque estaría ocupado en vivenciar a Sí Mismo. Porque desde el
                 renacimiento, en el interior de su corazón, sobre una fibra profunda, ardía la
                 Flama del Fuego Frío: y esa Flama, cuando era percibida, hablaba con la Voz
                 de Sí  Mismo; y sus palabras siempre comenzaban con el Nombre de la
                 Diosa: Yo soy, Yo soy (Ey, Ey). Al escuchar la Voz de Sí Mismo afirmando “Yo

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