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ahora información de tratamientos y nombres científicos” donde “te quedas con una
guía de las plantas que cada uno realiza” y “podemos tener una imagen de la planta
para no confundirse”. Es decir, que resulto “una buena modalidad para aprender y fijar
conocimientos sobre usos de las distintas plantas, y lo más importante la clasificación
taxonómica”.
Otros manifestaron que “es muy bueno ya que nos llevamos y si nos olvidamos o
queremos saber sobre una propiedad tenemos las fichas”. “La realización de éstas, fue
importante para conocer de modo didáctico a cada planta trabajada” además “había
que buscar y de esa forma te queda más a que alguien te diga”; “bueno, se aprende
bastante”. Las buenas prácticas de enseñanza son aquellas que, en su dinámica de
acción y reflexión, diseñan, implementan y evalúan estrategias de tratamiento didáctico
diverso de los contenidos que se han de enseñar (Anijovich et al., 2009) y, a su vez
logran concretarse mediante las actividades.
En la indagación número tres, la cual preguntaba ¿Cómo te resultaron las
actividades mencionadas? Los jóvenes respondieron mencionando características muy
positivas de las actividades: “muy buenas y dinámicas”, “excelentes, muy prácticas”,
“muy interesantes y educativas”, “muy didácticas y aprovechables”. Mencionaron que
“se complementaron entre sí permitiendo un mejor aprendizaje del tema”. Asimismo,
otro joven agrego; “me resultaron muy buenas, la hora paso volando”. Aprender
significativamente supone la posibilidad de atribuir significado a lo que se quiere
aprender a partir de lo que ya se conoce (Sanjurjo & Vera, 1994) además, se puede
desafiar a los sujetos con tareas que vayan más allá de sus habilidades y sus
conocimientos, lo cual implica proponerles actividades que puedan resolver con lo que
ya tienen y saben, pero también, actividades para las cuales necesiten buscar nuevas
informaciones (Anijovich et al., 2009).
A partir de estas observaciones, es claro que las actividades de elaboración de
herbario y realización de fichas técnicas planteadas en el marco de la planificación del
proyecto fueron adecuadamente escogidas y consecuentemente muy bien recibidas por
los jóvenes agrarios, alcanzando el grado de aprendizaje significativo mencionado por
Ausubel, pues se debe recordar que cada participante trajo al taller el material vegetal
que le interesaba conocer, o del cual ya conocía ciertos datos y pretendía profundizar o
resignificar conocimientos, donde la motivación es el motor necesario para que los
individuos acepten los mensajes (Gavidia, 1993), y estos conocimientos previos sirvan
de anclaje (o puentes cognitivos) para lograr la comprensión que es indispensable en el
proceso de aprendizaje del sujeto. Demás está decir que resultó muy productivo el
encuentro, teniendo en cuenta que los participantes contaban solamente con una hora
para la realización de las actividades, logrando identificar 24 especies distintas de
plantas medicinales.
Es relevante aclarar que, los jóvenes agrarios reconocieron las plantas traídas, a
partir del nombre popular por el que las conocían, y completaron las fichas con los datos
técnicos encontrados en la bibliografía. No se han utilizado claves sistemáticas para la
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