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“El episodio de la cola de caballo”
Una señora vecina de nuestro barrio de Almagro sufría del
hígado, sin que ningún tratamiento le pudiera mejorar. Un día le
recomendaron un médico muy competente, quien le indico un
tratamiento especial, y le aconsejo que tomara después de las
principales comidas un té de “cola de caballo”. Y como estaba
apurado, pues debía atender a otros enfermos, la despidió sin
ninguna explicación.
La paciente decidió probar el té recomendado. El material
de la “cola de caballo”, lo encontró enfrente de su casa, en un
corralón de esos que hoy casi no existen, y donde se guardaban
aquellos clásicos carritos de lechero, que alguna vez vemos
todavía. Allí, la señora consiguió el material: crines de la cola de
un caballo que, pese a su hervor minucioso y a un abundante
azucarado, no pudo beber por el “sabor horrible que tenía”. Tales
fueron sus textuales palabras.
También, ¡quién le mandó preparar una infusión con cola de
caballo y no con la planta medicinal del mismo nombre!
“Anécdota de la familia desconocida”
Catástrofe atribuible al recóndito peligro que suponen los
Una señora recomendó a la mucama que se esmerase en la
nombres vulgares.
preparación de la comida para el día siguiente, puesto que iría a
almorzar un amigo botánico, quien luego clasificaría todas las
plantas cultivadas en el patio de la casa.
Manuela hizo alarde de sus virtudes de cocinera, aunque no
llegó a ver en el “Señor Botánico” nada raro ni diferente del resto
de los mortales.
Después del almuerzo, el invitado pasó al patio donde le
siguieron los dueños de casa y, naturalmente, Manuela estaba
intrigada por descubrir algo del singular personaje. El “Señor
Botánico” comenzó por dar a las diferentes plantas nombres muy
raros.
Esta es la Begonia coccinera, de la familia de las
Begoniáceas. Esta otra es Fatsia japonica, de la familia de las
Araliáceas. Aquella tan decorativa es un Anthurium de la familia
de las Aráceas. De pronto se detuvo frente a un exótico vegetal que
no conocía. Dio muchas vueltas para revisarlo, pero no llego a
ninguna conclusión.
-¡Caramba! Le faltan las flores y no tiene frutos- expresó
muy apenado. –Ni siquiera sé a qué familia pertenece-.
-No se aflija por eso, “Señor Botánico”- dijo Manuela, muy
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ufana. –Yo lo sé. Pertenece a la familia de los Quintana, que
como no tienen sol en su departamento, la trajeron aquí para que