Page 112 - Egipto TOMO 2
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EL CAIRO
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                 y practicada esta ceremonia se hace teñir de rojo, según todas las reglas del arte, las unas de
                        y de los piés, después de lo cual se despide de sus amigas que, como recuerdo de
                 las manos
                 la fiesta, se lleva cada una un pedazo del lienné.
                   La mañana  del  dia siguiente  se consagra al tocador, que no exige ménos tiempo y
                 cuidados entre las damas orientales que entre las europeas. A las piimeias lioias de la tai de
                                camellos, cargándose en éstos la parte de la cantidad entiegada como
                 llegan los carruajes y
                                              sus tres parientas más pióximas ocupan uno
                 viudedad que no se ha gastado aún : la novia y
                 de los carruajes que va cubierto con un magnífico chal rojo, y el resto del acompañamiento,
                 compuesto de mujeres y niños, se acomoda, ó mejor empaqueta en los demás 'vehículos que
                 uno en pos de otro se encaminan á la casa del novio.  Sirve de escolta á la novia una murga,
                 — innovación verdaderamente espantosa, capaz de desgarrar el tímpano de más duro temple
                 que da al aire melodías árabes ejecutadas en instrumentos de metal europeos, que es lo que
                 hay que  oir, v como si fuera poco el estridente ruido que producen, á sus ecos asordadores
                 se mezclan los zambombazos del bombo que suenan como disparos de cañón, dando pié á que
                 los maravillados transeúntes exclamen:  «¡ Allah /» Pero los coches y  los  fiscornos que
                 constituven una innovación reciente, no han sido parte á que se olvidara invitar para que
                 formaran parte del cortejo, dos especies de personas que puede decirse pertenecen al antiguo
                                        el aguador. Cada vez que la procesión se detiene, afluye
                 régimen, á saber; los luchadores y
                 el público hasta el punto de impedir la circulación, y los luchadores se entregan entonces á
                 su fingida pelea, poniendo de manifiesto  al par su habilidad y su magnífica musculatura.
                 En cuanto  al sakka, hace de otra manera ostentación de sus fuerzas: desde las primeras
                 horas de la mañana liase echado á cuestas un odre lleno de agua y arena, y no obstante su
                 enorme peso sigue su camino como  si  tal cosa, marchando unas veces hacia delante, otras
                 retrocediendo, y en ocasiones hasta á la cozcojita, ora sobre  el pié derecho, ora sobre  el
                 izquierdo, obra mucho más  difícil de  lo que á primera vista parece, dado  lo pesado de
                 la carga. A  los dichos debe agregarse otro personaje que generalmente forma parte  del
                 séquito de todas las bodas: es este  el juglar, que entre sus habilidades cuenta la de andar
                 atrás y adelante cabeza abajo, hacer horribles visajes unas veces cómicos, otras trágicos,
                 sin dejar de dar vueltas un solo instante al palo que empuña  , con el cual hace mil giros y
                 evoluciones.
                    Mas hétenos ya llegados á la casa del novio, en la cual penetran las damas y los camellos
                  conductores del menaje de la esposa. El trecho de  la  calle á que aquélla corresponde, se
                  cubre generalmente con un  toldo verde y rojo del cual penden numerosas  linternas
                                                                         y
                  faroles: debajo de ese improvisado techo se han dispuesto numerosas banquetas de madera
                  destinadas á los individuos del sexo masculino que han de concurrir en gran número, y pues
                  somos de los invitados, ocupemos nuestro asiento, tomemos café y hagamos  lo que  los
                  demás, mezclándonos en la conversación, que de cada vez es más animada, pues el oriental
                 gusta mucho de charlar, no habiendo diversión que así le plazca como una conversación
                  bien sostenida.
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