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EL CAIEO 109
Ya en tiempo de los califas hacíase el debido aprecio de un chiste ó dicho ingenioso, tanto
que muchas veces libraba al culpable de la amenaza que sobre él pesaba: pues excitando la
sonrisa del príncipe irritado, faltaba la gravedad indispensable para imponer una pena. Hoy
mismo , no obstante el estado de decadencia á que han venido á parar las costumbres que
constituían la civilización propia del Asia anterior, puede observarse que aún el vulgo pone
gran cuidado en comunicar al lenguaje empleado en las conversaciones todo cuanto puede
hacerlo agradable, variado, chistoso, intencionado, profundo, en una palabra, manifestación
genuina de elevada cul-
tura social: bajo este
punto de vista puede
decirse que no existe
pueblo alguno que con
él pueda compararse, y
por lo que á nosotros
toca, debemos confesar
que escuchábamos con
la boca abierta los chis-
tes, agudezas y equi—
voquillos que en raudal
inagotable brotaban de
los labios de algunos
ancianos jeques.
En cuanto al novio,
que en las primeras
horas de la mañana se
ha dispuesto por medio
de uno de esos baños
turcos en que son ele-
mento principal el aire
tibio y el vapor de
agua, intermediados de
abluciones refrigeran-
tes, á las cuales sigue el masage, incomparables para vigorizar el cuerpo, cuando á sus dife-
rentes operaciones ha seguido el indispensable reposo, — vestido con gran sencillez, — hace
los honores de la fiesta, recorriendo todos los círculos, saludando á todos los convidados, diri-
giendo un afectuoso saludo y una palabra cariñosa á cada uno de los presentes. A la tardecita
se sirve la comida, para tomar parte en la cual los convidados se reúnen formando grupos,
que se acurrucan sobre la alfombra, en derredor de una inmensa salvilla charolada de verde,
en la cual se colocan las fuentes y sin ceremonias ni repulgos de empanada, cada uno echa
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