Page 113 - Egipto TOMO 2
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EL CAIEO                    109
                Ya en tiempo de los califas hacíase el debido aprecio de un chiste ó dicho ingenioso, tanto
             que muchas veces libraba al culpable de  la amenaza que sobre él pesaba: pues excitando la
             sonrisa del príncipe irritado, faltaba la gravedad indispensable para imponer una pena. Hoy
             mismo  , no obstante el estado de decadencia á que han venido á parar las costumbres que
             constituían la civilización propia del Asia anterior, puede observarse que aún el vulgo pone
             gran cuidado en comunicar al lenguaje empleado en las conversaciones todo cuanto puede
             hacerlo agradable, variado, chistoso, intencionado, profundo, en una palabra, manifestación
              genuina de elevada cul-
             tura  social:  bajo este
              punto  de  vista puede
              decirse que no existe
              pueblo alguno que con
              él pueda compararse, y
              por lo que á nosotros
              toca, debemos confesar
              que escuchábamos con
             la boca abierta los chis-
              tes, agudezas y equi—
             voquillos que en raudal
             inagotable brotaban de
             los labios de algunos
             ancianos jeques.
                En cuanto al novio,
             que en las primeras
             horas de la mañana se
             ha dispuesto por medio
             de uno de esos baños
             turcos en que son ele-
             mento principal el aire
             tibio y  el vapor de
             agua, intermediados de
             abluciones refrigeran-
             tes, á las cuales sigue el masage, incomparables para vigorizar el cuerpo, cuando á sus dife-
             rentes operaciones ha seguido el indispensable reposo, — vestido con gran sencillez, — hace
             los honores de la fiesta, recorriendo todos los círculos, saludando á todos los convidados, diri-
             giendo un afectuoso saludo y una palabra cariñosa á cada uno de los presentes. A la tardecita
             se sirve la comida, para tomar parte en la cual los convidados se reúnen formando grupos,
             que se acurrucan sobre la alfombra, en derredor de una inmensa salvilla charolada de verde,
             en la cual se colocan las fuentes y sin ceremonias ni repulgos de empanada, cada uno echa
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