Page 240 - Egipto TOMO 2
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244 HASTA TEBAS
torum (V e-d). Sabido es que los grandes sarcófagos se cerraban con piedras circulares
que interiormente representaban el cielo estrellado que se extiende sobre la tierra, y por
consiguiente cobija al difunto: pues bien, los santuarios del templo de Abydos están cerrados
por medio de bóvedas de curvas suavísimas, practicadas en la peña viva. En el fondo de
cada uno de ellos, vese todavía el nicho en que se levantaba una estatua de la divinidad, y en
la jamba correspondiente se distingue perfectamente el hueco en que estuvieron empotrados
los goznes en que giraban las macizas puertas de bronce que en la opuesta encajaban. En
cada uno de dichos santuarios se adoraba una de las grandes divinidades: en el del centro
(a) á Amon de Tébas; en los tres de su izquierda (e-g) Harmachis el Heliopolitano, Ptah
de Menphis, y el rey, considerado en esta tierra como encarnación de Ra; en los opuestos,
ó sea los tres de la derecha (b d), á Osíris, Isis y Horo. Dichas capillas y el sepulcro de
la divinidad, — que lo mismo que el pozo, al cual pudo todavía descender Estrabon por
medio de una escalera abovedada, y no ha podido ser encontrado, — eran el término al cual
se encaminaban los muertos y los numerosos peregrinos procedentes del Alto y del Bajo
Egipto. Siete puertas, todas muradas, excepción hecha de una sola (III e-d) conducían
al templo y á las dos vastas salas hvpostilas (III y IV) que era preciso atravesar para llegar
á los santuarios. El techo de la primera (III) se halla sostenido por veinticuatro
columnas; el de la segunda, que es mayor y más bella (IV), por treinta y seis. En la una
se hallan repartidas en seis grupos de cuatro, en la otra en seis grupos de seis, los
y
intervalos que los separan, lo mismo que los existentes entre las líneas de columnas y las
paredes exteriores, constituyen otros tantos pasos que llevan á las puertas de los santuarios.
Cuando se quería llegar á la capilla de Amon por el pasillo central (a), á derecha é
izquierda, donde quiera que podía alcanzar la mirada, sólo se distinguían cuadros é inscrip-
ciones relativas á la divinidad. En cambio, al dirigirse al altar de Osíris, entre los dos grupos
de columnas situadas algo más léjos, hacia la izquierda, todo cuanto se veia decía relación
al señor del mundo inferior. Otro tanto puede decirse de la ornamentación de cada uno
de los pasos que guiaban al fondo de la sala segunda , hasta cada una de la siete cámaras
abovedadas.
Según expresan las inscripciones, ningún profano podia llegar á estas salas sagradas:
para conseguirlo era indispensable someterse á gran número de pruebas ó ceremonias
el rey tenían derecho á
preliminares. Unicamente los sacerdotes de jerarquía superior y
penetrar en los santuarios, en tanto que las procesiones se detenían en la sala segunda y
contemplaban con piadoso terror las ceremonias que tenían lugar en el fondo de las cámaras
abovedadas. Jamás resonaron en este templo los cantos ni los sones del arpa y de la flauta:
era un cenotafio; la tumba honorífica de un muerto enterrado en otro tiempo, que Seti I
habia construido tal vez sobre el emplazamiento de un templo antiguo, de cuya restauración
nos dan cuenta las inscripciones que se remontan á la duodécima dinastía. Los restos del
rey descansaban en Tébas: para que recibiera de la posterioridad el culto y las ofrendas que
se tributaban al dios al cual se habia unido su alma, era indispensable que su nombre se