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tapón de corcho, á un pedazo de piedra pómez, á una esponja, á un panal de miel, y á todo
esto hasta cierto punto se parece, pues lo mismo en su vertiente occidental que en las
paredes peñascosas de los valles transversales, que la surcan de parte á parte, vense innume-
rables aberturas ó agujeros abiertos á muy corta distancia el uno del otro. Cada uno de ellos
sirve de ingreso á una siringe, existiendo además de éstas, millares de tumbas situadas al
pié de la montaña, y que ocultan á la mirada la arena y los escombros que las cubren. Los
grupos más importantes de ese inmenso cementerio se distinguen actualmente con el nombre
de las aldeas que sobre los mismos se han formado, y que de Sur á Norte son Kurnet
Murrai, Abd el-Kurna, el-Assasif. El célebre torrente que circuye las tumbas reales se
halla situado detrás de el-Assasif, en un repliegue de la cadena. Si desde este punto dirigimos
nuestras miradas hácia la llanura, podemos distinguir también sobre la orilla del Nilo, en la
cual nos encontramos situados, los restos de grandiosos edificios cuya construcción remonta
á los tiempos más antiguos. Al Sur y junto al horizonte, el templo admirable de Medinet—
Habu, los colosos de Memnon, el bellísimo Ramesseum y el templo de Seti, que lleva en el
dia el nombre de Kurna. Al Oeste de la aldea así llamada, pueden contemplarse las vastas
azoteas del edificio de Hatasu, que se despliegan en forma de anfiteatro, apoyadas en la
pedregosa pendiente de la montaña líbica. Todas estas espléndidas construcciones, situadas
sobre la márgen derecha del Nilo, estaban consagradas al culto de los muertos: á ellas iban
unidas las escuelas y las bibliotecas, que probablemente fueron establecidas en dicho lugar,
teniendo en cuenta la calma que reinaba en la mansión de los sepulcros ; las caballerizas y
los graneros de los templos ; los laboratorios para el embalsamamiento de los cadá'seres, las
habitaciones de los colquidas que trabajaban en dichos laboratorios; las tiendas en que se
vendian manjares, dulces, licores, perfumes, flores y amuletos á aquellos que iban á hacei
utensilios sagrados y las hosterías en que se hospedaban
ofrendas ; las fábricas de ataúdes y
los que acudían á visitar la ciudad de los muertos, en la cual, como se ve, her\ian la vida
v el movimiento. Cada uno de los templos de la orilla occidental de Tébas servia de centro á
pequeñas construcciones del propio género, todas las cuales ofrecian cieita i elación con el
culto de los muertos: semejante disposición influyó en el ánimo de muchos viajeros griegos
para que imaginaran que la ciudad se componía de numerosas aldeas aisladas.
Los restos más antiguos de la ciudad se encuentran sobre la orilla líbica, y si bien es
cierto que existe una leyenda en la cual se da el nombre de Tébas al lugar donde nació
, dichos restos apénas si son más antiguos que los sepulcros de Beni-Hassan . tanto es
Osiris
así, que en este sitio fueron enterrados algunos reyes de la undécima dinastía. En Karnak,
situado en el lado opuesto del Nilo, hánse encontrado, cerca del santuario , diferentes frag-
mentos que demuestran que anteriormente, en tiempo de la invasión de los Hyksos, ya se
hallaba comenzada la construcción del gran templo nacional. Y éste, sean cuales fueren las
injurias causadas por el tiempo y por los hombres, es de imprescindible necesidad estudiarlo,
voluntad
y leer en él cómo en un gigantesco manuscrito de piedra, si es que existe fuerza y
para estudiar en los monumentos la historia de la grandeza que ofrece la antigüedad egipcia.
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