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            dad de la magnitnd é importancia de Tíahaanaco; y otroi,
            en fin, presamen qne fueron los mismos Aymarás ó Collas,
            los fundadores de esa portentosa ciudad.
               Pero, sean los unos ó los otros los famosos constructo-
            res de las gigantescas obras de Tiahuanaco, es un hecho
            irrefutable que fueron hombres de una raea superior, de
            fuerias hercúleas,  y  que tuvieron á su disposición recursos
            de grandes poderes mecánicos para haber trasportado, de
            canteres 'que distan hssta de 64 á 65 kilómetros, bloques
            enormes de piedra de granito, cuya medida era, para unos,
            de 7 m. 44 de largo por 4 m. 66 de ancho,   y  para otros,
            aún de 12 m. de largo por 2 m. 50 de ancho, y cuyo peso,
            algunos de ellos, ha sido calculado en 200 toneladas. Lo
            que no puede concebirse es, de que medios se valieron aque-
           llos antiguos constructores para elevar á tan grandes altu-
           ras aquellas pesadas moles de granito; medios que hoy mis-
           mo, apesar de las poderosas maquinarias que se posean, los
           aparatos moderaos serían insuficientes para elevarlas á
           alturas en que se encuentran las que se ven colocadas en
           los gigaritcBcoB monumentos de Tiahuanaco.
               Ajuicio nuestro, esas ruinas son restos de una florecien-
           te ciudad edificada por hombres de fueria hercúlea, que se
           establecierotí en el Perú en tiempos protohistóricos. Esos
           hombres han podido ser de dos rasas distintas: ó de la de
           la Nueva Zelandia, del archipiélago de la Polinesia, según
           algunos historiadores, ó de la de los Caldeos, antiguo pueblo
           de la embocadura del Tigris y del Eufrates.
               Nuestra humilde opinión puede basarse en que, la rasa
           de los primeros fueron los que vinieron á las playas del Pe-
           rú por la ruta de la Polinesia, en el Océano Pacífico del Sur,
           y que al penetrar al interior del país, pudieron edificar la
           ciudad de Tiahuanaco, que guarda tanta semejania, ea la
           dimensión de sus monumentos ciclópeos, con los que existen
           en la Isla de Pascuas. Cuanto á los de la rasa de los segun-
           dos, bien sabido es la influencia que su adelantada ciiilisa-
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