Page 151 - Fantasmas
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Joe HiLL
tinuó su padre todavía abrazándolo. Max miró fijamente a la
boca abierta de la señora Kutchner, la fina hilera de dientes su-
periores, y recordó a la muchacha del calotipo con el puñado
de ajos en la boca.
—¿Dónde estaban sus colmillos? —preguntó.
—¿Eh? ¿De quién? ¿Qué dices? —dijo su padre.
—En la fotografía de la mujer que mataste —contestó
Max volviendo la cabeza y mirando a su padre a los ojos—. No
tenía colmillos,
Su padre se le quedó mirando con ojos inexpresivos, sin
comprenderlo. Después dijo:
—Desaparecen cuando el vampiro muere. ¡Alehop!
Lo soltó, y Max pudo volver a respirar con normalidad.
Su padre se enderezó.
— Ahora sólo queda una cosa —dijo—. Hay que cortar
la cabeza y llenar la boca de ajos. ¡Rudolf!
Max volvió despacio la cabeza. Su padre había dado un
paso atrás y sujetaba un hacha que Max no sabía de dónde ha-
bía sacado. Rudy estaba en las escaleras, a tres peldaños del
principio. Se apoyaba con fuerza contra la pared y con la mu-
ñeca izquierda se apretaba la boca para no gritar. Movía la ca-
beza atrás y adelante con desesperación.
Max alargó la mano y cogió el hacha por el mango.
—Yo lo haré —dijo. Y era capaz, se sentía seguro de sí
mismo. Ahora comprendía que siempre había compartido aque-
lla afición de su padre por apuñalar carne fresca y trabajar con
sangre. Lo vio con claridad y no sin cierto desmayo.
—No —repuso su padre quitándole el hacha y apartán-
dolo. Max tropezó con la mesa y unas cuantas estacas rodaron
por el suelo y repiquetearon en los tablones polvorientos—, Re-
cógelas.
Rudy echó a correr, pero resbaló en las escaleras y cayó
a cuatro patas golpeándose las rodillas. Su padre lo sujetó por
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