Page 149 - Fantasmas
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Joe HiLL



          Su padre pareció no  oír a ninguno de los dos. Pasó de lar-
    go Junto a ellos hasta la mesa  de trabajo y el bulto cubierto  por
    la lona que  estaba  sobre  ella.  Levantó  una  esquina de la tela y
    miró;  a continuación  y con  un  murmullo  de aprobación  la le-
    vantó  por completo.
          La señora  Kutchner  estaba desnuda y horriblemente  ma-
    cilenta,  con  lasmejillas  demacradas  y la boca  abierta  de par
    en  par.  El vientre  se  hundía  bajo las costillas,  como  si le hu-
    bieran  aspirado  las entrañas,  y tenía  la espalda magullada y de
    color violeta  azulado  por la sangre  coagulada.  Rudy gimió y
    escondió  su  cara  detrás  del hombro  de Max.
          Su padre apoyó  el maletín  junto al cadáver  y lo abrió.
          —Por  supuesto  que  ella no  lo es,  quiero  decir,  un  no-
    muerto,  sino  que  está simplemente  muerta.  Los  vampiros  au-
    ténticos  no  abundan,  y tampoco  sería  práctico  ni aconsejable
    para  mí encontrar  uno  con  el que  pudieran  ensayar.  De mo-
    mento  ella nos  servirá —dijo, sacando  de su  maletín  las estacas
    envueltas  en  terciopelo.
          —Pero  ¿qué hace  aquí? —preguntó  Max—.  Mañana  es
    su  entierro.
          —Pero  hoy yo hago la autopsia, para mis investigaciones
    privadas. El señor  Kutchner lo entiende,  se alegra de poder coo-
    perar,  si eso  significa que un  día no  morirán  más mujeres de es-
    ta manera.  —Tenía una  estaca  en una  mano  y un mazo  en la otra.
          Rudy empezó a llorar.  Max,  en  cambio,  estaba  exper1-
    mentando  una  extraña  disociación.  Una parte  de su  cuerpo  ca-
    minó  hacia  delante,  pero  sin él, mientras  otra  parte permanecía
    junto a Rudy, pasándole un  brazo alrededor  de sus  temblorosos
    hombros.  Rudy repetía:  «Por favor, quiero ir arriba».  Max se vio
    a sí mismo  caminar  con  paso  neutro  hasta  su  padre, que lo mi-
    raba con una  mezcla de curiosidad  y cierta sosegada admiración.
          Le alargó el mazo  a Max y aquello lo devolvió a  la reali-
    dad.  De nuevo  se  encontraba  dentro  de su  cuerpo,  consciente




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