Page 147 - Fantasmas
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Joe HitL
Pasó el resto de la tarde agitado, mirando sin cesar la puer-
ta del sótano, inquieto por la promesa de su padre: «Se los des-
velaré más tarde». No tuvo ocasión de comentarla con Rudy
durante la cena, de especular sobre qué sería lo que les iba a des-
velar, y tampoco pudieron hablar después, mientras hacían los
deberes en la mesa de la cocina. Por lo general, su padre se reti-
raba temprano,a su estudio, para estar solo, y no lo volvían a ver
hasta la mañana siguiente. Pero esta noche parecía nervioso y
no hacía más que entrar y salir de su despacho por un vaso de
agua, a limpiar sus gafas y, por último, para coger una lámpa-
ra. Ajustó la mecha de manera que hubiera sólo una tenue lla-
ma roja y después la colocó sobre la mesa, frente a Max.
—Chicos —dijo volviéndose hacia el sótano y desco-
rriendo el cerrojo—. Bajen y espérenme. No toquen nada.
Rudy, pálido como la cera, dirigió a Max una mirada
horrorizada. No soportaba el sótano, con su techo bajo y su
olor, las telarañas como velos de encaje en las esquinas. Cuan-
do le tocaba hacer allí alguna tarea doméstica, siempre le su-
plicaba a su hermano que lo acompañara. Max abrió la boca pa-
ra preguntar a su padre, pero éste ya había salido de la habitación
y desaparecido en su estudio.
Max miró a Rudy, que temblaba y negaba con la cabeza
sin decir palabra.
—NOo pasará nada —le prometió Max—. Yo te protegeré.
Rudy cogió la lámpara y dejó que Max bajara primero
por las escaleras. La luz anaranjada de la llama proyectaba som-
bras que se inclinaban y saltaban, como oscuras lenguas, en las
paredes. Max bajó hasta el sótano y miró inseguro a su alrede-
dor. A la izquierda de las escaleras había una mesa de trabajo
sobre la que había un bulto cubierto con una lona blanca y mu-
grienta. Podían ser ladrillos apilados, o ropa, era difícil decir-
lo en aquella oscuridad y sin acercarse más. Max avanzó con
lentitud y arrastrando los pies, hasta que estuvo cerca de la me-
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