Page 143 - Fantasmas
P. 143

Joe  HiLL



             Cuando  cogió el marco  y le dio la vuelta  escuchó  el tin-
       tineo  del cristal al caerse.  El cristal  se  había  roto  justo en  el
       centro.  Empezó  a arrancar  pequeñas  esquirlas  del marco y a
       apartarlas  con  cuidado,  procurando  que  ninguna  arañara  el
       brillante  calotipo debajo. Sacó un  cristal  de gran tamaño  de la
       esquina superior del marco y la fotografía se desprendió.  Cuan-
       do fue a colocarla  en  su  sitio  dudó  un  instante,  frunció  el ce-
       ño y tuvo  la fugaz impresión  de que  los ojos le bizqueaban  y
       veía doble.  Entonces,  bajo la primera fotografía apareció  otra.
       Sacó  la de su  madre  del marco  y miró  fijamente  y sin com-
       prender la que  alguien había  escondido  detrás.  Un entumeci-
       miento  frío le invadió  el pecho, alcanzándole  luego la gargan-
       ta.  Miró  a  su  alrededor  y suspiró  aliviado  al ver  a  Rudy
       arrodillado  frente  a la otomana,  envolviendo  otra  vez  las es-
       tacas  en  su  sudario  de terciopelo.
             Volvió  a mirar  la fotografía  secreta.  En ella aparecía  una
       mujer que  estaba  muerta.  También  estaba  desnuda  de cintura
       para arriba, con  las ropas  desgarradas,  hechas  jirones. Yacía  en
       una  cama  con  dosel; de hecho, estaba atada a la misma  con  cuer-
       das enrolladas  en  su  cuello  y que  le sujetaban  los brazos  por
       encima  de la cabeza.  Era joven y tal vez  había  sido  hermosa;
       era  difícil  saberlo;  tenía  uno  de los ojos cerrado y el otro  en-
       treabierto,  dejando ver  una  pupila inerte.  Le habían  abierto  la
       boca a la fuerza,  metiéndole  lo que parecía ser  una  pelota blan-
       ca y amorfa, y el labio superior estaba un  poco  retirado,  de ma-
       nera  que dejaba ver  una  hilera uniforme  de dientes  superiores.
       Tenía  uno  de los lados  del rostro  amoratado  y entre  las cur-
       vas  rotundas  y lechosas  de sus  pechos  había  clavada  una  esta-
       ca  de madera  blanca.  Las costillas  izquierdas  estaban cubiertas
       de sangre.
             Oyó el coche  en  la entrada  a la casa,  pero  era  incapaz
       de moverse,  de apartar  la vista de aquella fotografía.  Rudy em-
       pezó a  tirarle  del hombro,  diciéndole  que  tenían  que  irse  de




                                     141
   138   139   140   141   142   143   144   145   146   147   148