Page 141 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Vamos —dijo Max—. Limpiemos esto y salgamos de
aquí.
Volvió a poner la mesa de pie y empezó a recoger libros
del suelo, pero giró la cabeza cuando escuchó a Rudy pre-
guntar:
—Max, ¿tú crees en los vampiros?
Rudy estaba de rodillas frente a una otomana, al otro
lado de la habitación. Se había agachado para recoger unos pa-
peles que habían llegado hasta allí y se había quedado miran-
do el viejo maletín de médico escondido debajo. Tiró del ro-
sario anudado a las asas.
—Deja eso —dijo Max—. Se supone que tenemos que re-
coger, no desordenar más.
—¿Pero crees?
Max guardó silencio por unos instantes.
—A mamá la atacaron. Después de aquello su sangre no
volvió a ser la misma. Enfermó.
—Pero ¿ella dijo alguna vez que la habían atacado, o
fue él?
—Murió cuando yo tenía seis años. No le contaría una
cosa así a un niño tan pequeño.
—Pero ¿tú crees que estamos en peligro?
Rudy había abierto el maletín y alargó la mano para sa-
car un bulto cuidadosamente envuelto en tela púrpura. Bajo el
terciopelo se entrechocaban trozos de madera.
—¿Que ahí fuera hay vampiros esperando atacarnos?
¿Que esperan a que bajemos la guardia?
—Yo no descarto esa posibilidad, por descabellada que
parezca.
—Por descabellada que parezca —repitió su hermano con
risa queda. Abrió el envoltorio de terciopelo y miró las estacas
de veintitrés centímetros, espetones de madera blanca reluciente
con los mangos forrados de cuero engrasado.
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