Page 148 - Fantasmas
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FANTASMAS



           sa,  y una  vez  allí se  detuvo,  dándose  cuenta  de repente  de lo
           que escondía  la sábana.
                —Tenemos  que  salir de aquí —gimió  Rudy justo detrás
           de él. Max  no  se  había  dado cuenta  de que  estaba  allí, pensaba
           que seguía en  las escaleras—.  Tenemos  que salir de'aquí ahora
           mismo.
                 Y Max  supo  que  no  hablaba  únicamente  de salir del só-
           tano,  sino  de la casa,  de huir de aquel lugar donde  habían  vi-
           vido diez años  y no  regresar  jamás.
                 Pero  era  demasiado  tarde para creerse  ahora Huckleberry
           Finn  y Jim y «marcharse  al territorio»,  pues  los pesados  pa-
           sos  de su  padre ya resonaban  en  los polvorientos  tablones  de
           madera,  a sus  espaldas.  Max  levantó  la vista hacia las escaleras
           y lo vio.  Llevaba  su  maletín  de médico.
                 —De  su  invasión  de mi privacidad  no  puedo menos  que
           deducir —empezó a decir su  padre— que por fin han desarro-
           llado un interés por la labor secreta  a la que tanto  he sacrificado.
           He matado  con  mis propias manos  a seis no-muertos,  el último
           de los cuales era aquella zorra  enferma cuya fotografía vieron  en
           mi despacho;  creo  que ambos  la han visto.
                 Rudy dirigió una  mirada  de pánico  a Max, que  se  limitó
           a mover  la cabeza,  como  diciéndole  «no  digas nada».  Su pa-
           dre continuó  hablando.
                 —He  entrenado a otros  en  el arte  de destruir vampiros,  in-
           cluido  el desgraciado primer esposo  de su  madre, Jonathan Har-
           ker, que dios lo bendiga, de manera  que soy indirectamente  res-
           ponsable  de la muerte  de tal vez  hasta  cincuenta  miembros  de
           esta  infecta y apestosa  especie. Ha llegado el momento,  ahora lo
           sé, de enseñar  a mis propios  hijos cómo  se hace. Y cómo  se  ha-
           ce  bien, de manera  que sean  capaces  de acabar con  aquellos que
           querrían acabar  con  ustedes.
                 —Yo  no  quiero saberlo  —dijo Rudy.
                 —Él no  vio el cuadro  —dijo Max al mismo  tiempo.




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