Page 153 - Fantasmas
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Joe Hit
Max estaba de pie en la cocina y le zumbaban los oídos.
Quería decirle a su padre que parara, pero las palabras no le sa-
lían, sentía cómo se le bloqueaba la garganta. Tenía los brazos
caídos a ambos lados del cuerpo y las manos le pesaban como
si fueran de plomo; pero no, no eran las manos lo que le pesa-
ba sino lo que sujetaban: el mazo, las estacas.
Su padre resoplaba por la falta de aliento con la ancha fren-
te apoyada en la puerta cerrada. Cuando finalmente se separó
tenía el pelo desordenado y el cuello de la camisa suelto.
—¿Ven lo que me obligan a hacer? —dijo—. Tu madre,
lo mismo, igual de histérica e intolerante, pidiendo a gritos...
Lo intenté. Le... |
Se volvió para mirar a Max y en el instante inmediata-
mente anterior a que éste le golpeara con el mazo su semblante
tuvo tiempo de expresar sorpresa, incluso asombro. Max le dio
en plena mandíbula un golpe que sonó a huesos rotos y cuyo
impacto él mismo notó en su hombro. Su padre cayó hasta que-
dar apoyado en una rodilla y Max tuvo que golpearlo de nue-
vo para hacerlo caer de espaldas.
Los párpados de Abraham se cerraron mientras perdía el
sentido, pero se abrieron otra vez cuando Max se sentó encima
de él. Abrió la boca para decir algo pero Max ya había oído lo
suficiente, no tenía interés en hablar. Después de todo, hablar
no era lo suyo. Lo que importaba ahora era el trabajo manual,
algo para lo que tenía un instinto natural, para lo que tal vez
estaba destinado.
Colocó la punta de la estaca donde su padre le había en-
señado y golpeó el mango con el mazo. Resultó que todo lo
que le había contado en el sótano era cierto. Hubo gritos, hu-
bo blasfemias y también una lucha desesperada por escapar, pe-
ro pronto todo eso terminó.
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