Page 249 - Fantasmas
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Joe HiLL
El lector esperará leer ahora que el entusiasmo me in-
vadió y rompí en gritos de felicidad ante la emoción de vo-
lar. Pero no, lo que sentí fue mucho más sutil. El pulso se me
aceleró y por un instante contuve el aliento. Poco a poco se adue-
ñó de mí una quietud similar a la que reinaba en el aire. Estaba
completamente concentrado en mí mismo, en conservar el equi-
librio sobre aquella burbuja incorpórea situada debajo de mí (lo
que puede hacer pensar que sentía algo debajo, como un cojín
invisible de apoyo; pero no era así, y por eso no paraba de re-
torcerme para evitar caerme). Tanto por instinto como ya por
la costumbre, mantenía las rodillas pegadas al pecho y los bra-
zos alrededor de ellas.
Me deslicé hacia delante y di algunas vueltas alrededor de
un arce rojo. El álamo muerto hacía tiempo que había desa-
parecido del jardín, después de que una ventisca lo partiera
en dos y la copa hubiera caído contra la casa y una de las ramas
más largas hubiera hecho pedazos una de las ventanas de mi
dormitorio, como si aún me buscara para matarme. Hacía frío
y éste se intensificaba conforme yo ascendía más y más, pero
no me importaba. Quería llegar a lo más alto.
Nuestra ciudad había sido construida en la ladera de un va-
lle que parecía un tosco cuenco salpicado de luces. Escuché un
graznido quejumbroso junto a mi oreja izquierda y el corazón
me dio un vuelco. Al escudriñar en la espesa oscuridad pude dis-
tinguir un ánade real, con cabeza negra brillante y un increíble
cuello de color esmeralda, batiendo las alas y mirándome con cu-
riosidad. No permaneció a mi lado mucho tiempo, sino que aga-
chó la cabeza, giró en dirección sur y pronto hubo desaparecido.
Durante un rato no supe adónde me dirigía. Por un mo-
mento perdí los nervios, cuando me di cuenta de que no sa-
bía cómo iba a bajar sin caer en picado y estrellarme en el sue-
lo. Pero cuando tuve los dedos completamente agarrotados y
la cara insensible por el frío me incliné un poco hacia delante e
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