Page 254 - Fantasmas
P. 254

FANTASMAS



                Entré  del todo  en  la habitación  y me  senté  en  la cómoda
          con  las piernas  colgando.
                —Siéntate  en  mi regazo  y te llevaré  por la habitación.
                Paseó  la mirada  de mi regazo  a mi cara,  con  una  sonrisa
          que  se  había vuelto  maliciosa  y desconfiada.  Una  brisa se  co-
          laba por la ventana,  a mi espalda, agitando la capa.  Angie tem-
          bló y se  encogió.  Entonces  se  dio cuenta  de que aún estaba  en
          ropa interior.  Inclinó  la cabeza y se  quitó la toalla del pelo to-
          davía húmedo.                       ;
                —Espera  un  minuto  —dijo.
                Fue hasta el armario  y, detrás  de la puerta,  se  agachó pa-
          ra  coger  un  suéter.  Mientras  lo hacía un  grito lastimero  salió
          del televisor  y no  pude evitar  dirigir la vista  hacia  la panta-
          lla. Una  foca  mordía  a otra  en  el cuello  con  furia,  mientras
          la víctima  gemía.  El narrador  explicaba  que  los machos  do-
          minantes  hacían  uso  de todas  las armas  a su  alcance  para  ale-
          jar a cualquier rival que amenazara  su  acceso  a las hembras  de
          la manada.  La sangre  derramada  sobre  la nieve  parecía  jugo
          de grosella.
                Angie carraspeó  para  atraer  mi atención  y cuando  la mi-
          ré su  boca  me  pareció,  por un  instante,  delgada y pálida,  con
          las comisuras  torcidas  hacia  abajo,  expresando  irritación.  De
          inmediato  aparté la vista y me  centré  de nuevo  en  el progra-
          ma  de televisión,  aunque  no  me  interesaba  en absoluto.  No pu-
          de evitarlo.  Es como  si yo fuera el polo negativo y la televisión
          el positivo. Juntos formamos  un  circuito  y nada que quede fue-
          ra  de él importa.  Era igual que  cuando  leía cómics.  Una  debi-
          lidad, lo admito,  pero  verla  allí juzgándome  me  puso  de mal
          humor.
                Se colocó un  mechón  de cabello  húmedo  detrás de la ore-
          ja y me  dirigió una  sonrisa  rápida y pícara, tratando  de aparen-
          tar  que no  había estado  mirándome  con  reprobación.  Me incli-
          né hacia atrás y trepó con  torpeza hasta sentarse  sobre mis muslos.




                                        252
   249   250   251   252   253   254   255   256   257   258   259