Page 87 - Fantasmas
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Joe  HiLL



            «N1  siquiera puedo  tocar  el silbato,  me  escribió  en  una
      Ocasión.»
            El piano  estaba  descartado,  ya que  Art no  tenía  dedos,
      sólo  un  pulgar,  el resto  era  un  especie de hinchado  muñón  de
       goma  y había  necesitado  años  de clases  particulares  sólo para
      poder escribir  de forma  legible con  una  cera.  Obviamente  los
      instrumentos  de viento  también  estaban  descartados;  Art  no
      tenía  pulmones  y no  respiraba.  Lo intentó  con  la batería,  pe-
      ro  no  tenía  fuerza  suficiente,  así que  su  madre  le compró  una
      cámara  digital.
            —Haz  música  de colores  —le dijo—. Melodías  de luz.
            La señora  Roth  siempre  decía  cosas  así.  Hablaba  de la
      unión  de todas  las almas, de la bondad  natural  de los árboles  y
      decía  que no  apreciábamos  como  debíamos  el olor de la hier-
      ba recién  cortada.  Art me  dijo que  cuando  yo no  estaba  solía
      hacerle preguntas  sobre mí. Le preocupaba  que no  pudiera dar
      salida  a mi creatividad  y decía  que necesitaba  alimentar  mi es-
      píritu. Me regaló un  libro sobre origami, que es  como  los japo-
      neses  llaman  a la papiroflexia,  cuando  ni siquiera  era  mi cum-
      pleaños.
            —No  sabía que mi espíritu estuviera  hambriento  —le dije
      a Art.
            «Eso  es  porque  ya lo has matado  de hambre,  me  escri-
      bió.»
            Se alarmó  cuando  supo  que  yo no  practicaba  ninguna
      religión.  Mi padre no  me  llevaba a la iglesia ni a la escuela  do-
      minical.  La señora  Roth  era  demasiado  educada  como  para
      hablarme  mal de mi padre, pero  le decía  cosas  a Art que  lue-
      go él me  trasladaba.  Le aseguró  que si mi padre descuidara  mi
      cuerpo  como  descuidaba  mi espíritu estaría  en  la cárcel y yo en
      un  hogar de acogida. También  le dijo que si le quitaran a mi pa-
      dre mi custodia  ella me  adoptaría,  podría dormir  en  la habita-

      ción  de invitados.  Yo la quería,  el corazón  se  me  henchía  de



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