Page 90 - Fantasmas
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FANTASMAS



         tenía las paredes cubiertas  de estantes  con  libros.  Me gustaban
         aquellas  sesiones  de estudio  compartido,  pero  también  las te-
         mía, pues  era  entonces  cuando  —en  aquel entorno  tranquilo y
         silencioso—  Art solía hablar  de la muerte.
               Cuando  charlábamos,  yo intentaba  siempre  controlar la
         conversación,  pero  Art  era  escurridizo  y una y otra  vez  en-
         contraba  la manera  de sacar  la muerte a relucir.
              —El que inventó  el número  cero  fue un  árabe —decía yo,
         por  ejemplo—.  Es curioso,  ¿no? Que alguien tuviera  que  in-
         ventarse  el cero.
               «Porque  no  resulta  obvio  que  nada  pueda ser  algo. Ese
         algo que no  puede medirse  ni verse  puede sin embargo  existir
         y significar  algo. Si te paras  a pensarlo,  es  lo mismo  que pasa
         con  el alma.»
               —¿Verdadero  o falso?  —pregunté  yo en  otra  ocasión  en
         que estábamos  preparando  un  test  de ciencias—.  La energía no
         se  destruye,  sólo se  transforma.
               «Espero  que sea  verdad.  Estaría  muy  bien  saber  que vas
         a seguir existiendo  después  de morir,  aunque  sea  transftorma-
         do en  algo completamente  distinto  a lo que has sido.»
               Me hablaba  mucho  de la muerte  y de lo que podría ha-
         ber después,  pero  lo que  más  recuerdo  es  lo que  dijo sobre
         Marte.  Estábamos  preparando  una  exposición  oral y Art ha-
         bía elegido Marte  como  tema,  en  concreto  si el hombre  logra-
         ría llegar hasta  allí y colonizarlo.  Él era  muy  partidario  de la
         colonización  de Marte,  de crear  ciudades  con  bóvedas  de plás-
         tico y de extraer  agua  de sus  helados  polos.  De hecho  quería
         ir él mismo.
               —Me pasa imaginarlo —comenté  yo—.  Pero  estar  allí de
         verdad  sería una  mierda.  Polvo, un  frío que pela y todo  de co-
         lor rojo. Al final te quedarías  ciego de ver  tanto  rojo por todas
         partes.  Si te dieran  la oportunidad,  seguro  que  no  querrías  ir-
         te y abandonar  la Tierra  para  siempre.




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