Page 86 - Fantasmas
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FANTASMAS



         hacerlo  debido a la falta de costumbre.  Art era fan de la NASA,
         así que veíamos  todo lo relacionado  con  el espacio, sin perdernos
         un  solo lanzamiento  de cohete.  Art me  escribió:
               «Quiero  ser  astronauta.  Me adaptaría sin problemas a la
         falta de gravedad.  De hecho,  soy prácticamente  ingrávido.»
               Eso fue durante  un  programa  sobre  la Estación  Espacial
         Internacional  en  que  hablaban  de lo duro  que  es  para  los se-
         res  humanos  pasar  demasiado  tiempo  en  el espacio  exterior.
         Los  músculos  se  atrofian  y el corazón  se  reduce  a una  tercera
         parte  de su  tamaño.
               «Cada vez  son  más las ventajas de enviarme  a mí al espa-
         cio.  No  tengo  músculos  que  se  me  puedan  atrofiar.  No  tengo
         un  corazón  que  se  pueda encoger.  No lo dudes,  soy  el astro-
         nauta  ideal.  Lo mío  es  estar  en  órbita.»
               —Sé de alguien que te podría ayudar. Voy a llamar  a Billy
         Spears. Tiene un  cohete  que está deseando  meterte  por el culo.
         Le he oído  comentarlo.
               Art  me  dirigió una  mirada  dolida  y garabateó  una  res-
         puesta  de cinco  palabras.
               Pero  no  siempre podíamos  quedarnos  tirados  viendo  la
         tele.  El padre de Art  era  profesor de piano y daba  clases  a ni-
         ños pequeños  en un  piano de media  cola que había  en  el cuar-
         to de estar,  con  el televisor.  Así que si tenía  alumnos  debíamos
         buscar  otra  ocupación,  por lo general ir a la habitación  de Art
         a jugar con  el ordenador,  aunque  después de veinte  minutos  de
         escuchar  el ding ding de Campanita  del lugar en  tono  agudo y
         desafinado  a través  del tabique nos  intercambiábamos  miradas
         furiosas  y salíamos  por la ventana  sin necesidad  de cruzar  pa-
         labra.
               Los padres de Art se  dedicaban  a la música,  la madre  era
         violonchelista.  Habían  tenido  la esperanza,  pronto  transfor-
         mada  en  decepción,  de que también  Art aprendiera  a tocar  un
         instrumento:




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