Page 83 - Fantasmas
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Joe  HiLL



       vo  la mayoría,  desde  la primera  que  me  escribió,  la que  em-
       pieza:
             «No  me  importa lo que me  hagan.»
             Hasta  la última,  la que termina:
             «Quiero  saber si es  verdad.  Si al final del todo  el cielo  se
       abre.»






       Al principio  a mi padre no  le gustaba Art, pero  cuando  lo co-
       noció  mejor lo odió  directamente.
             —¿Por qué anda de puntillas? —me  preguntó—.  ¿Es que
       es  un  hada o algo así?
             —N 0, papá. Es que  es  inflable.
             —Pues  se  comporta  como  un  hada.  Así que  espero  que
       no  anden  haciendo  mariconadas  en  tu  cuarto.
             Art se esforzaba  por gustarle, intentó  convertirse  en  ami-
       go de mi padre, pero  cada cosa  que hacía  era  malinterpretada,
       cada cosa  que  decía, malentendida.  Una vez  mi padre comen-
       tó algo sobre  una  película que le gustaba y Art le escribió  una
       nota  diciendo  que  el libro  era  todavía  mejor.
           “  —Se  cree  que  soy  analfabeto  —fue  el comentario  de mi
       padre en  cuanto  Art se  marchó.
             En otra  ocasión,  Art  reparó  en  una  pila de neumáticos
       gastados  amontonados  detrás  de nuestro  garaje y le habló  a mi
       padre de un  programa  de reciclaje  que  tenían  en  Sears.  Si lle-
       vabas  los neumáticos  viejos te hacían  un  descuento  de veinte
       por ciento  en  unos  nuevos.
            —Se  cree  que somos  unos  muertos  de hambre  —se  que-
       jó mi padre antes  de que Art tuviera  tiempo de salir por la puer-
       ta—.  El mocoso  ese.
            Un día llegamos  del colegio y nos  encontramos  a mi pa-
       dre sentado  frente  a la televisión  con  un  pitbull a sus  pies. El



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