Page 81 - Fantasmas
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Joe HiLL
—¡Eh! —gritó Billy —. ¡Miren! ¡Ahí está Art!
Corrieron hacia Art, que intentó esquivarlos, y Billy co-
menzó a lanzarlo por los aires y a golpearlo con el bate para com-
probar hasta dónde llegaba. Cada vez que le daba a Art con el ba-
te éste dejaba escapar un ruido elástico: ¡zis! Se elevaba, planeaba
unos instantes y después se posaba suavemente en el suelo. En
cuanto sus talones tocaban tierra echaba a correr, pero el pobre
no tenía precisamente alas en los pies. John y Cassius pronto se
unieron a la diversión dándole patadas y compitiendo por ver
quién lo lanzaba más alto.
Poco a poco, fueron empujándolo hasta donde yo me
encontraba y Art logró liberarse el tiempo suficiente como pa-
ra refugiarse debajo de las barras. Pero Billy lo alcanzó, y gol-
peándolo en el culo con el bate, lo lanzó de nuevo por los aires.
Art flotó hasta lo alto de la cúpula y cuando su cuerpo
tocó las barras metálicas se quedó atascado boca arriba, por la
electricidad estática.
—¡Eh! —aulló Billy —. ¡Pásanoslo!
Hasta ese momento, Art y yo nunca habíamos estado
frente a frente. Aunque teníamos asignaturas comunes e incluso
nos sentábamos juntos en la clase de la señora Gannon, no ha-
bíámos cruzado palabra. Él me miraba con sus enormes ojos
de plástico y su cara triste y blanca, y yo le devolví la mirada.
Cogió la libreta que llevaba colgada al cuello, garabateó algo
con tinta verde primavera, arrancó la hoja y me la enseñó.
«No me importa lo que me hagan, pero ¿te importaría mar-
charte? No me gusta tener público cuando me están pegando.»
—¿Qué está escribiendo? —gritó Billy.
Mi vista pasó de la nota a Art y de ahí hacia los chicos que
estaban abajo. Entonces me di cuenta de que podía olerlos, a
los tres, un olor húmedo y humano, un hedor agridulce a su-
dor que me revolvió el estómago.
—¿Por qué no lo dejan en paz?
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