Page 86 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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Stevens y Bane se miraron de soslayo y encogieron los hombros. Stevens
se acuclilló junto a Horn y le dio una palmadita en el brazo, casi con ternura.
—¿Te apetece un trago de aguardiente, chaval? ¿Adónde han ido los
chicos, eh? —Ayudó a Horn a sentarse y sostuvo la jarra para que el
muchacho bebiese antes de que volvieran a abandonarlo las fuerzas.
Con el ceño fruncido, Ruark se acercó al precipicio y contempló el valle.
El agua martilleaba al son de los latidos del corazón de Miller, que ladeó la
cabeza y dejó vagar la mirada por la bóveda abierta del claro, admirando el
radiante firmamento azul y dorado. Sin nubes, inmaculado. Anochecía pronto
en las montañas, y el sol, que iniciaba ya su descenso sobre las cumbres,
difuminado, ofrecía un aspecto inusitado con las llamas que radiaban de su
centro y el contorno ennegrecido como un rescoldo.
Horn tosió y se enjugó los labios con la manga de lana.
—Tropecé y me aticé un batacazo en la mollera, sí, pero no fue con
ninguna raíz. No, señor. Lo que hay allá es un cepo. Y no será el único, lo
más probable. —Apuntó con el dedo, y Bane, que fue a examinar el lugar
indicado, soltó un silbido.
—No son invenciones suyas. Andaos con cuidado, chicos. No estamos
solos.
—Guerrilleros —dijo Ruark, que se giró con la celeridad de un
depredador para mirar a su camarada.
—Qué guerrilleros ni qué niño muerto. —Stevens se incorporó y abanicó
el aire con el sombrero para espantar a las moscas—. Será que hay algún
trampero apostado ahí abajo, en el llano. Seguro que es eso.
—Mierda. —Bane levantó un trozo de cordel cuyo extremo más alejado
se perdía de vista serpenteando entre los arbustos. Se lo enrolló en la mano y
tiró con fuerza. Una campana repicó en los alrededores, y Bane soltó la
cuerda y retrocedió de un salto como si se acabara de escaldar—. ¡Mierda!
—Eso digo yo, mierda. —Ruark se apartó del borde del precipicio, ahora
con el Sharps en la mano.
—Thad, ¿dónde están Cal y Ma? —preguntó Miller.
Horn parecía desorientado aún a causa del golpe recibido en la cabeza,
pero la preocupación cincelada en las facciones de sus compañeros
contribuyó a serenarlo ligeramente.
—Me quedé traspuesto un momento y no pude ver nada. Oí cómo
hablaban con alguien que se presentó de repente. Cal me dijo que esperara,
que volverían enseguida.
—Te noto un poquito nervioso. ¿Ocurrió algo más?
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