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Esto permite que las experiencias no alimenten los recuerdos negativos,
haciéndonos entrar en otro ciclo de estrés y ansiedad.
Cuando se abren nuevas vías de aprendizaje para un recuerdo traumático o
doloroso, la experiencia pasa a recordarse de manera adaptativa. El recuerdo
se integra con los demás que hay en el cerebro con la emoción adecuada y
con asociaciones y creencias positivas. Esto no significa que el hecho se
borre de la memoria, sino que ahora pertenece al pasado y nos permite vivir
mejor, instalados en el presente y a mirar, ahora sí, con ilusión lo que viene.
En resumidas cuentas, en una terapia con EMDR lo que se logra es
minimizar los detalles emocionales de un recuerdo traumático, los efectos
físicos y psicológicos que se siguen percibiendo después de una experiencia
traumática y la ansiedad por situaciones futuras similares.
Gracias al EMDR somos capaces de generar una narrativa del trauma. Es
decir, a medida que uno puede verbalizar el trauma y crear una historia o
«cuento» sobre lo sucedido, la mente va integrando lo que ocurrió y las
heridas van sanándose. En ocasiones he empleado el EMDR para ello,
reviviendo el trauma a la vez que generábamos un contexto, con resultados
esperanzadores.
El doctor Daniel J. Siegel es un experto en estos temas. Su libro, El
cerebro del niño, se encuentra entre los míos de cabecera. Lo recomiendo a
los padres y educadores que quieran mejorar y entender la relación con sus
hijos o alumnos. Los va guiando para entender el cerebro del niño, ayudando
a mitigar el dolor y aprendiendo a acompañar a los pequeños en sus fases de
crisis o de crecimiento.
Siegel identifica un tema importante: existen etapas muy sensibles en el
trauma. Si el hecho acontecido se produce de cero a tres años, no debemos
jamás pensar que el niño no se acuerda. La memoria implícita está presente
desde los últimos meses de embarazo y, por tanto, lo que suceda durante esa
etapa sí tendrá impacto.
Suele ser difícil abordar esas heridas, pero hoy existen terapias para llegar
a las profundidades de la mente y de las emociones y ayudar a esos niños que
vienen dañados.
En el trauma hallamos niños que no son capaces de contar ni de evocar su
historia. Hay recuerdos inconexos, lagunas de memoria, fragmentos cortados
o bloqueados. El trauma reduce la conectividad entre ambos hemisferios y
cuesta integrar el suceso con la emoción. Tratar algunos de los temas genera