Page 76 - libro Antología cuentos 2020 La Balandra.indd
P. 76

necesitemos no van a venir, van a decir que somos unos viejos molestos y

              exagerados. Sabés cómo son.

                    El hombre dejó el teléfono en su lugar y volvió a su lado de la cama,

              se acostó, pero no se sacó la bata ni se tapó. La luz del amanecer tardaba

              en afirmarse. Estaría nublado.

                    —Sabés cómo son —repitió la mujer, pero esta vez el tono fue dis-

              tinto: fue amargo, cruel. Al menos así lo sintió él, como una sentencia que

              venía de treinta años atrás. Nunca habían vuelto a hablar del tema, nunca,

              pero eso que ella dijo… o quizás cómo lo dijo. Después de esa vez no

              supieron nada más del muchacho. Aquella noche de hacía treinta años se

              había metido a la casa aprovechando lo frondoso del jardín. Estaba oculto

              detrás del palo borracho, en cuclillas; desnudo y lastimado. El hombre lo

              descubrió cuando salió a cazar babosas. Era una noche de calor. Después

              de algún chaparrón de verano, él salía con la linterna y la sal. No era una

              tarea que le gustase, pero resultaba el mejor método para terminar con

              esos bichos que se comían todo desde la raíz. Con paciencia, mientras su

              mujer terminaba de poner la mesa, él caminaba el jardín despacio, apun-

              tando hacia el suelo con el haz de luz, buscándolas en los charcos y luego

              esparcía un poco de sal sobre cada una y se iba rápido. No soportaba

              verlas retorcerse y excretar ese jugo viscoso. Todo el cuerpo cubierto de

              sal, un cuerpo sin piel, como el de un desollado. Esa vez estaba a punto

              de volver adentro cuando lo vio al pie del árbol, hecho un ovillo, con los



              78
   71   72   73   74   75   76   77   78   79   80   81