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lo desveló y no supo si había dormido mucho o apenas unos minutos.

Agudizó el oído para escuchar. Le pareció que había rumores, que las vo-

ces de antes seguían. Tanteó entre las almohadas buscando el vaso, pero

no estaba, debió haberse caído al piso, sobre la alfombra y por eso no lo

escuchó.

—¿Otra vez despierto? —la voz no lo sobresaltó esta vez. Hasta

sintió alivio de escucharla, como si hubiese estado esperando esa compa-

ñía, algo que aplacara el silencio.

Contestó que sí, que estaba nervioso, que tenía miedo de que algo

estuviese pasando al lado.

—¿Y qué creés que puede estar pasando? —la pregunta sonó since-

ra. La voz de la mujer había perdido la hostilidad de antes. Él le respondió

con dudas, incluso encogió los hombros mientras le hablaba, aunque eso

ella no pudo verlo.

—¿Y el vaso? —como él le dijo que no lo encontraba, ella se tomó

el agua del suyo y arrodillándose en la cama, lo apoyó contra la pared.

—¿Creés que esto sirva de algo? —Él le dijo que lo había visto

hacer en películas y que allí funcionaba.

—O acá no funciona o allá al lado no pasa nada —la mujer le dio

el vaso para que probara él, pero el resultado fue el mismo. Volvieron a

acostarse y a taparse con las sábanas hasta el cuello. Se quedaron callados

un buen rato, respirando muy lento. No se dijeron nada, pero durante los

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