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Historia social de la literatura y el  arte








                no  hay  nunca  ni  mención  a  la  literatura  durante  el  resto  de  su


                vida; un criminal para consigo mismo y para los demás, que se des­


                hace de  sus  tesoros  más preciosos y  los  olvida por completo y  nie­


                ga  totalmente  que  los  haya poseído  nunca;  uno de  los adelantados



                y,  como sostienen  muchos,  el fundador auténtico de la poesía mo­


                derna, el cual, cuando le alcanzan en África noticias de su fama, re­


                húsa  escucharlas  y  las  despide  con  un  «Merde  pour  la  poésie».



                ¿Puede imaginarse nada más aterrador, más en contraste con la idea


                de  un poeta?  ¿No será que, como  dice Tristan Corbiére,  «sus  poe­


                mas eran de otro y él  no los había leído»?  ¿No es éste el más terri­


                ble  nihilismo  imaginable,  la  extrema  autonegación?  Y  éste  es  el



                fruto  real  de  la  semilla  sembrada  por  Flaubert,  el  respetable  bur­


                gués, cuidadoso y exquisito, y por sus amigos, artificiosos, cultos y


                llenos de ideas artísticas.



                          Después  de  1890  la palabra  «decadencia»  pierde  su  tono  su­


               gestivo y  la gente comienza a  hablar del  «simbolismo»  como  ten­


               dencia artística dominante. Moréas introduce el término y lo define


               como el intento de sustituir la realidad en ia poesía por la «idea» 23°.



               La nueva terminología está de acuerdo con  la victoria de Mallarmé


               sobre  Verlaine  y  con  el  cambio de  interés  desde  el  impresionismo


               sensualista al espiritualismo. Frecuentemente, es muy difícil distin­



               guir el simbolismo del impresionismo; ambos conceptos son en par­


               te antitéticos y en parte sinónimos. Hay una diferencia plenamente


               clara  entre  el  impresionismo  de  Verlaine  y  el  simbolismo  de  Ma-


               ílarmé, pero encontrar la categoría estilística propia para un escritor



               como Maeterlinck no es tan sencillo ni mucho menos.  El simbolis­


               mo,  con  sus  efectos  ópticos  y  acústicos,  así como  con  la  mezcla  y


               combinación de los  distintos  datos  de  los  sentidos  y  la acción  recí­



               proca entre las varias formas de arte, sobre todo lo que Mallarmé en­


               tendía como recuperación por la poesía de  sus propios valores,  qui­


               tándoselos  de  nuevo  a  la  música,  es  «impresionista».  Pero,  con  su


               aproximación  irracionalista  y  espiritualista,  implica  también  una



               aguda  reacción  contra  el  impresionismo  naturalista  y  materialista.


               Para este último,  la  experiencia de  los  sentidos  es algo final  e  irre-







                          2i0  Le Fígaro,  18 sepe.  1886.






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