Page 449 - Hauser
P. 449

Historia social de  la  literatura y el  arte







               ma de imagen concreta, por lo que la idea continúa en cierto modo



              siendo  independiente  de  su  expresión  metafórica  y  podría  incluso


              ser expresada de otra forma, mientras que el símbolo reduce la idea


              y  la  imagen  a  una  unidad  indisoluble,  de  manera  que  la  trans­



              formación  de  la  imagen  implica  también  la  metamorfosis  de  la


              idea.  En  suma, el contenido de un símbolo no puede ser traducido


              a ninguna otra forma, pero, por el  contrario, un símbolo puede ser



              interpretado  de  varias  maneras,  y  esta variabilidad  de  la  interpre­


              tación,  esta aparente inagotabilidad del  significado de un símbolo,


              es su característica más esencial. Comparada con el símbolo, la ale­


              goría  parece  siempre  la  transcripción  simple,  llana  y  en  cierto



              modo superflua de una idea que no gana nada con ser trasladada de


              una  esfera  a otra.  La alegoría  es  una especie  de  enigma  cuya  solu­


              ción es obvia, mientras que el símbolo sólo puede ser interpretado,


              pero  no resuelto.  La alegoría es  la expresión  de un proceso mental



              estático; el símbolo, de uno dinámico; aquélla pone un límite y una


              frontera a la asociación  de  ideas; éste pone  las  ideas en  movimien­


              to y las  mantiene en él.  El arte de  la plena Edad Media se expresa



              principalmente en símbolos; el  arce de la baja Edad Media, en  ale­


              gorías;  las aventuras de Don Quijote son simbólicas;  las de los  hé­


              roes  de  las  novelas de caballerías que Cervantes  toma como mode­


              lo,  alegóricas.  Pero  en  casi  todas  las  épocas  coexisten  el  arte



              alegórico  y  el  simbólico,  y  con  frecuencia  se  los  encuentra  entre­


              mezclados  en  las  obras  de  un  mismo  artista.  La  «rueda  de  fuego»


              de  Lear  es  un  símbolo;  las  «candelas  de  la noche»  de  Romeo,  una


              alegoría;  pero  la  línea  que  sigue  inmediatamente  en  Romeo  -«el



              alegre  día  coloca  la punta  del  pie  sobre  las  cimas  brumosas  de  la


              m ontaña»- tiene otra vez  un  halo simbólico en  torno a sí;  contie­


              ne  una plenitud  de  relaciones  y alusiones  cuya  fuerza imaginativa



              es más  convincente que la de una alegoría.


                        El simbolismo se  basa en  la suposición de que el cometido de


              la poesía es expresar algo que  no puede ser encajonado  en una for­


              ma definida y  no puede  ser alcanzado por un camino directo.  Des­



              de que es  imposible expresar nada válido sobre las cosas a través de


              los  medios  claros  de  la  conciencia,  mientras  el  lenguaje  descubre


              como automáticamente las relaciones existentes entre ellas, el  poe­





                                                                                                                                                                       L
                                                                                 450
   444   445   446   447   448   449   450   451   452   453   454