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                                              Historia social  de  la  literatura y  el  arte







              su  nivel  se mantenga alto» 241.  Del descubrimiento de que  ia com­


              prensión  racional  no  es  el  acceso  mental  característico  a  la  poesía



              deriva Mallarmé la conclusión de que el  rasgo básico de todo gran


              poema es lo incomprensible y lo inconmensurable.  Las ventajas ar­


              tísticas  del  modo elíptico de  expresión  en  el  que  él  está pensando



              son  obvias;  omitiendo  ciertos  eslabones  en  la  cadena  de  la  aso­


              ciación,  se consiguen  una  rapidez y  una  intensidad  que se pierden


              cuando los efectos se desarrollan  lentamente 242.  Mallarmé hace uso


              pleno de  estas ventajas  y  su  poesía debe  su atracción,  ante  todo,  al



              sentido comprimido de  las  ideas y a los saltos de las  imágenes.  Las


              razones  por  las  que  es  difícil  comprenderle  no  están,  sin  embar­


              go,  ni  mucho  menos  implícitas  siempre  en  la  idea  artística  mis­



              ma, sino que están con frecuencia relacionadas con manipulaciones


              lingüísticas  bastante arbitrarias  y  de  juego 243.  Y esta ambición  de


              ser  difícil  por  el  gusto  de  la  dificultad  misma  revela  la verdadera


              intención del  poeta  de aislarse de  la masa  y  reducirse a un  círculo



              tan pequeño como sea posible.  A pesar de su aparente indiferencia


              por los asuntos políticos, los simbolistas eran en lo esencial de ideas


              reaccionarias; eran, como señala Barres, los boulangistes de la litera­



              tura 244.  La  poesía  de  hoy,  en  parte  por  la  misma  razón  que  la  de


              Mallarmé, parece no democrática y esotérica, y como si deliberada­


              mente se cerrase para el público, por distintas que sean las convic­


              ciones políticas  de cada uno de  los poetas,  y aunque sepamos  bien



              que  esta dificultad  es  el  resultado de  un  desarrollo preparado  des­


              de  hace mucho tiempo e  inevitable para la cultura moderna.


                         Desde  la  Restauración,  Inglaterra  no  había estado  nunca  tan



              fuertemente  bajo  la  influencia francesa como  en  el  último  cuarto


              del siglo XIX. Después de un largo período de prosperidad, el Im ­


              perio  británico  atraviesa  ahora  una  crisis  económica  que  se  con­


              vierte  en  una  crisis  del  mismo  espíritu  Victoriano.  La  «gran  de­



              presión»  comienza  aproxim adam ente  a  mediados  de  los  años


              setenta y apenas  se extiende más de una década,  pero durante este






                         241  J.  H uret, op.  cit.,  pág.  297.

                         242  Cf.  C.  M.  Bowra,  T h e  Heritage of SymboUsm,  1943, pág.  10.

                         24*  G.  M.  Turneli, Mallarmé•  en Scrutiny,  1937, V, pág.  432.


                         244  J.  H uret, op.  cit.,  pág.  23.





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