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                                             Historia social  de  la  literatura y  el  arte








              la  misma protesta contra  la  rutina  y  la trivialidad,  de  la  vida  bur­


             guesa, con la única diferencia de que los ingleses se adecúan al gira­


             sol  en el ojal  más fácilmente que al  cuello abierto.


                        Es  un  hecho conocido que  los prototipos de Musset,  Gautier,



              Baudelaire y Barbey d ’Aurevilly eran ya ingleses;  Whistler, Wilde


             y  Beardsley,  por el  contrario,  tomaron  la filosofía del  dandismo de


             los franceses.  Para Baudelaire, el dandy es la acusación viviente con­



             tra  una  democracia  igualitaria.  El  dandy  reúne  en sí todas  las  vir­


             tudes del gentleman que son posibles hoy todavía; es capaz de afron­


              tar toda situación  y  nunca se sorprende  por  nada;  nunca se  vuelve


             vulgar y conserva la fría sonrisa del estoico.  El dandismo es  la últi­



              ma revelación del heroísmo en  una época de decadencia,  una pues­


              ta  de  sol,  el  último  rayo  radiante  del  orgullo  humano m .  La  ele­


             gancia del vestido,  el  melindre en  las maneras, el rigor mental  son



             sólo  ia  disciplina  externa  que  los  miembros  de  esta  alta  orden  se


              imponen  a  sí mismos  en el  mundo vulgar del  presente;  lo que  in­


              teresa en realidad es la íntima superioridad e  independencia,  la ca­


              rencia práctica de objetivos y el desinterés por la vida y la acción249.



              Baudelaire coloca al dandy por encima del artista250; porque éste es


              todavía capaz de entusiasmo,  lucha todavía,  obra  todavía;  es  toda­


             vía  bánausos  en  el  antiguo sentido de la palabra.  La crueldad  de  la



             visión  de  Balzac  ha  sido  superada:  el  artista  no  sólo  destruye  su


             obra; destruye también sus pretensiones a la fama y el honor. Cuan­


             do  Oscar  Wilde  coloca  la  obra  de  arte  que  pretende  hacer  de  su


             vida, el arte con que da forma a sus conversaciones, relaciones y há­



             bitos, por encima de sus obras literarias, está pensando en el dandy


             de  Baudelaire:  en  el  ideal  de  una existencia  absolutamente  inútil,


             sin objeto e inmotivada.



                        Pero cuán complaciente  y coqueta es esta renuncia al  honor y


              la  fama  del  artista  se  muestra  en  la  extraña  combinación  de  dile­


             tantismo y esteticismo que  es  típica de  los  decadentes  ingleses. El


             arte no había sido nunca tomado tan en serio como ahora;  nunca el



             artista se había  tomado tanta molestia en  escribir  hábilmente ver­





                        248  Baudelaire, Le peintre de la vie moderne,  págs.  73  sig.

                        249  J.-P.  Sartre, Baudelaire,  1947, págs.  166 sig.  (Ed.  cast.,  Baudelaire,)

                        250  Baudelaire, Le peintre,  ere,, pág.  50.






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