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Historia social de la literatura y el arte
Voltaire protestaba, sin embargo, no sólo como burgués y acauda
lado señor que era, contra el plebeyo sentimentalismo, el entusias
mo vulgar y la falta de comprensión histórica de Rousseau, sino
que se irritaba también, como burgués seco, escéptico y erudito de
mentalidad realista, contra los abismos del irracionalismo que
Rousseau había abierto y que amenazaban tragar todo el edificio de
la Ilustración. Cuán grande era efectivamente este peligro y cuán
justificados eran los temores de Voltaire, lo muestra el destino de
la Ilustración en Alemania. Pero en Francia, Voltaire había subes
timado el fruto de su propia influencia; allí no podían ya destruir
se las conquistas del racionalismo y del materialismo.
La clasificación sociológica de Rousseau no es nada fácil a pe
sar de sus genuinos sentimientos democráticos. Las relaciones so
ciales son ya tan complicadas que la actitud subjetiva no es siem
pre, ni exclusivamente, decisiva cuando se trata del papel de un
escritor en el proceso social. El racionalismo de Voltaire manifies
ta ser en muchos aspectos más progresista y fecundo que el irra
cionalismo de Rousseau. Es cierto que éste adopta un punto de vis
ta más radical que los enciclopedistas, y representa políticamente
a círculos sociales más amplios no sólo que Voltaire, sino incluso
que Diderot, pero en sus opiniones religiosas y morales es más re
trógrado que ellos 8Ü Y así como su sentimentalismo es profunda
.
mente burgués y plebeyo, pero su irracionalismo es reaccionario, su
filosofía moral contiene también una íntima contradicción: tiene,
de una parte, rasgos fuertemente plebeyos, pero implica, por otra,
el germen de un nuevo aristocratismo. El concepto del «alma be
lla» presupone en parte la completa disolución de la %aA,0%ayoc—
01OC e implica la plena interiorización de todos los valores huma
nos, pero en parte trae consigo una aplicación de los criterios
estéticos a la moral y está en conexión con la consideración de los
valores morales como don de la naturaleza. Significa el reconoci
miento de una aristocracia espiritual a la que todos tienen derecho
de herencia por naturaleza, pero en la que en lugar de los irracio
nales derechos de sangre aparece una genialidad moral igualmente
Cf. Jean Luc, Diderot, 1938, págs. 34-35.
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