Page 80 - Hauser
P. 80
Rococó, clasicismo y romanticismo
brimiento de esa tensión es la hazaña de Rousseau, que hace épo
ca. El peligro de su enseñanza, sin embargo, consistía en que, en su
actitud decidida en favor de la vida y contra la historia, con su fuga
hacia el estado de naturaleza, que no era otra cosa que un salto en
lo desconocido, preparaba el camino a aquella nebulosa «filosofía
de la vida» que, desesperada por la aparente impotencia del pensa
miento racional, empujaba al suicidio de la razón.
Las ideas de Rousseau estaban en el aire; él expresaba simple
mente lo que muchos de sus contemporáneos sentían; es decir, és
tos estaban enfrentados con una disyuntiva y tenían que decidirse
por el volterianismo con su racionalidad y su respetabilidad, o por
el abandono de las tradiciones históricas y un comienzo nuevo to
talmente. La historia de la gran cultura europea no conoce relación
personal alguna de tan profunda significación simbólica como la
existente entre Voltaire y Rousseau. Estos dos contemporáneos
-aunque no fueran precisamente miembros de la misma genera
ción-, que estaban unidos por infinitos lazos objetivos y persona
les, que tenían comunes amigos y seguidores, que fueron ambos
colaboradores de una empresa literaria tan agudamente perfilada
en cuanto a su ideología como la Encyclopédie, y pueden ser consi
derados como los dos precursores más influyentes de la Revolu
ción, estaban en orillas opuestas de la gran divisoria que separaba
la Europa moderna, individualista y anárquica, de un mundo en el
que los lazos de la vieja cultura formalista no habían sido comple
tamente rotos todavía. El naturalismo de Rousseau significa la ne
gación de todo lo que formaba para Voltaire la quintaesencia de la
cultura, sobre todo de las limitaciones del subjetivismo todavía
compatible con las reglas de la decencia y el propio decoro. Antes
de Rousseau, excepto en ciertas formas de la lírica, un poeta ha
blaba de sí mismo sólo indirectamente; después de él, el escritor
apenas habla de otra cosa que de sí mismo y lo hace de la manera
más descarada. Entonces surge por vez primera aquel concepto de
la literatura vivida y confidencial, que también pata Goethe era de
cisivo cuando declaraba de sus obras que todas ellas no eran otra
cosa que «fragmentos de una gran confesión».
La manía de la autoobservación y de la autoadmiración en li
85