Page 76 - Hauser
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Rococó, clasicismo y romanticismo
malo, tamaño sobrehumano. La distancia de) símbolo, de la alego
ría o de la fábula los separaba del mundo del lector e impedía un
contacto demasiado inmediato con ellos. Ahora, por el contrario, al
lector le parece que el héroe de la novela está consumando simple
mente su vida incompleta -la del lector- y realizando las posibili
dades desaprovechadas por éste. ¡Quién no ha estado alguna vez a
punto de vivir una novela y de convertirse un poco en héroe nove
lesco! De semejantes ilusiones deduce el lector su derecho a colo
carse a la misma altura de los héroes y a reclamar para sí su excep-
cionalidad, su extraterritorialidad en la vida. Richardson invita al
lector, ni más ni menos, a colocarse en el lugar del héroe de la no
vela, a hacer novelesca su existencia, y le anima a evadirse del cum
plimiento de los deberes de la nada romántica vida cotidiana. El
autor y el lector se convierten de este modo en los actores princi
pales de la novela; coquetean constantemente el uno con el otro y
mantienen entre sí una relación ilegal en la que se han quebranta
do las reglas del juego. El autor habla desde el proscenio al públi
co y los lectores le encuentran frecuentemente más interesante que
sus personajes. Disfrutan con sus observaciones personales, sus re
flexiones, sus «acotaciones escénicas», y no toman a mal que un
Sterne, por ejemplo, preocupado por sus glosas marginales, no pase
al relato propiamente dicho.
Tanto para el autor como para el público, la obra es sobre todo
expresión de una situación espiritual cuyo mérito estriba en la cua
lidad inmediata y personal de las experiencias descritas. El lector
se conmueve sólo por lo que se le presenta como suceso excitante,
convertido en experiencia interior, envolviendo el destino de un in
dividuo. La obra, para impresionar, debe ser un drama continuo,
homogéneo, completo, que a su vez se compone de pequeños «dra
mas», poseedor cada uno de su propio efecto final. Una obra eficaz
debe desarrollarse en un continuo crescendo, de ingeniosidad en
ingeniosidad, de cumbre en cumbre. De aquí la pesadez, el carác
ter forzado y a veces convulsivo de la expresión que caracteriza las
creaciones del arte y la literatura modernos. Todo se dirige en ellas
a un efecto inmediato, todo persigue la sorpresa y la estupefacción.
Se quiere la novedad por la novedad misma; se busca lo ingenioso
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