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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                   incluso un D ’Alembert se manifiesta en  relación con él muy reser­


                   vado. La buena sociedad  no adopta la subjetiva concepción artísti­



                   ca del romanticismo hasta que su origen social no se ha desdibuja­


                   do y su función social  no ha cambiado parcialmente.


                             Tan  extraña  como el  subjetivismo es a  las  clases superiores  la



                   moral del éxito de Richardson.  Sus  recomendaciones y admonicio­


                   nes,  que  enseñan  a  la  burguesía  ambiciosa  el  camino  del  triunfo,


                   forman  un  catecismo  de  virtudes  del  que  la  aristocracia  y  la  alta


                   burguesía  no  quieren  saber nada.  Es  la  moral  del  aprendiz  aplica­



                   do, que se casa con la hija de su maestro, como lo ha retratado Ho-


                  garth, o la doncella virtuosa con  la que finalmente se casa su señor,


                   como  el  mismo  Richardson  lo  ha  descrito,  introduciendo  con  él



                   uno  de  los  temas  más  populares  de  la  nueva  literatura.  Pamela  es


                   el prototipo de todas las modernas historias de  soñados anhelos de


                   esta  clase.  La  evolución  del  tema  conduce  desde  Richardson  a  las



                  películas de nuestros días, en las que ja irresistible secretaria,  con­


                   trarrestando  todos  los intentos  de seducción,  consigue  que  su  jefe


                  petulante  se  case con  ella  como  manda  la  ley.  Las  novelas  morali­



                   zantes  de  Richardson  contienen  el  germen  del  arte  más  inmoral


                  que  haya existido  nunca;  es  decir,  en  primer lugar,  la  incitación  a


                   aquellas  fantasías  del  deseo en  las  que  la decencia  es  simplemente


                   un medio  para un  fin,  y,  en  segundo  lugar,  la inducción a ocupar­



                  se con meras ilusiones en vez de molestarse en la solución de ios au­


                   ténticos  problemas  de  la vida 76.  Ellas  muestran  también  con  esto


                   una de las cesuras más importantes ocurridas en la historia de la li­



                   teratura moderna;  hasta ahora,  las  obras  de  un  autor  eran  morales


                  o  inmorales;  en  lo  sucesivo,  los  libros  que quieren  aparecer  como


                   morales las más de las veces son sólo moralizantes. El burgués pier­


                  de  en  la lucha cont-ra  las  clases  superiores  su  inocencia,  y,  al  tener



                   que acentuar su virtud demasiado frecuentemente,  se convierte en


                  un  hipócrita.


                             La forma autobiográfica de  la novela moderna,  bien  sea como



                   una narración en primera persona, bien en forma de cartas o de dia­


                   rio, sirve simplemente para realzar su expresionismo y es nada más








                             76 Cf. Q.  D.  Leavis, Fiction and the Rea di ti %Public,  193 2,  pág.  138-r




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