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Historia social de la literatura y el arce
su lado con paternal consejo. Se le ha llamado con razón un «con
fesor protestante», y no en vano sus libros eran recomendados des
de el pulpito. Su influencia sólo puede comprenderse si no se pier
de de vista su doble función de literatura de distracción y de
edificación, y si se piensa que, como lectura familiar de la clase me
dia, no sólo satisfacía una nueva necesidad sino que eliminaba otra
vieja, y desplazaba la lectura de la Biblia y de Bunyan 75. Es difícil
explicar hoy, en la época de una lirerarura apoyada desde hace m u
cho tiempo en el subjetivismo, lo que en estas novelas podía fasci
nar y conmover a los contemporáneos; pero no debe olvidarse que
no había todavía en la literatura del tiempo nada comparable a la
intimidad y al nervioso sentimentalismo de sus descripciones de
sentimientos. Su expresionismo producía el efecto de una revela
ción, y la franqueza con que se ponían al desnudo sus personajes
parecía ser insuperable, con todo lo artificioso y forzado que pueda
parecemos hoy el tono de estas confesiones. Sin embargo, entonces
era un tono nuevo, un tono procedente de lo profundo de un alma
cristiana, que se ha vuelco insegura en la lucha de la vida y busca
un nuevo apoyo. La burguesía captó en seguida el significado de ía
nueva psicología, y comprendió que en la intensidad sentimental y
en la intimidad de estas novelas se expresaban sus cualidades más
propias. Se dio cuenta de que una cultura específicamente burgue
sa podía surgir sólo de aquí, y enjuició las novelas de Richardson
no según los criterios del gusto tradicional, sino exclusivamente
según los principios de la ideología burguesa. Desarrolló, de acuer
do con su naturaleza social, una nueva escala de valores estéticos,
sobre todo los de la verdad subjetiva, los de la sensibilidad y la in
timidad, y fundamentó con ellos la estética del moderno lirismo.
Pero también las clases superiores eran conscientes de la significa
ción social de esta literatura de confesión, y repudiaban en primer
lugar con displicencia su plebeyo exhibicionismo. Horace Walpo
le llamaba a las novelas de Richardson sosas historias de desgracias
que describían la vida como vista por un librero o por un predica
dor merodista. Voltaire no decía nada con respecto a Richardson, e
W. L. Cross, The Development of the Engl'tsh Novel, 1899, pág. 38; H. Schoffler, op.
cu., pág. 168.
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