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Rococó, clasicismo y romanticismo
sible. Esto explica no sólo el gran cuidado con que tales obras están
compuestas habitualmente, sino también la forma infinitamente
más pretenciosa en que el compositor las presenta. Ahora que exis
te la posibilidad de crear obras que no caigan tan rápidamente víc
tima del olvido como los antiguos trabajos de encargo, el composi
tor quiere crear obras inmortales. Haydn componía ya más
cuidadosa y lentamente que sus predecesores. Pero compone toda
vía unas cien sinfonías; Mozart escribe solamente la mitad, y Bee-
thoven nada más que nueve. El cambio definitivo de la composición
objetiva y por encargo a la confesión personal musical está entre
Mozart y Beethoven, o, con más precisión, en el comienzo de la ma
durez de Beethoven inmediatamente antes de Heroica, en un mo
mento por tanto en que la organización de conciertos estaba com
pletamente desarrollada, y el comercio musical, que gana terreno
con la necesidad de la repetida ejecución de las obras, constituye la
fuente principal de ingresos para el compositor. En Beethoven, a
partir de este momento, toda gran obra es no sólo la expresión de
una nueva idea, sino también una fase nueva en la evolución del ar
tista. Semejante evolución puede también comprobarse en Mozart,
naturalmente, pero en él las premisas de una nueva sinfonía no
siempre pueden ser consideradas como una fase nueva de su evolu
ción artística; él escribe una nueva sinfonía si tiene aplicación para
ella o si se le ocurre algo nuevo, pero esta novedad no necesita ser
en modo alguno diferente del estilo de sus anteriores ideas sinfóni
cas. Arte y artesanía, que todavía no están completamente separa
dos en él, son en Beethoven completamente distintos, y la idea de
la obra de arte inconfundible, única, irrepetible, adquiere en la mú
sica una realización más pura todavía que en la pintura, aunque esta
ultima, en cambio, se había independizado ya hacía siglos de la ar
tesanía. En literatura, ciertamente, la emancipación de los propósi
tos artísticos frente a las tareas prácticas se había realizado ya com
pletamente en tiempos de Beethoven y de manera tan natural que
Goethe podía afirmar con cierto orgullo de entendido y artesano
que toda su poesía había sido de circunstancias. Beethoven, que era
todavía discípulo directo de Haydn, servidor de un príncipe, no hu
biera podido sentirse tan orgulloso a este respecto.