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Historia social de la literatura y el arte
el instrumento y la pantalla de todas vuestras villanías? Con ellas
castigáis en otros lo que vosotros mismos y nadie más que vosotros
hace, o hubierais hecho si hubierais estado en sus circunstancias;
juzgáis a un pobre porque ha robado, y vosotros hubierais sido tam
bién ladrones si fuerais pobres» 87. Así no se había hablado nunca
todavía en un drama serio. Pero Mercier va todavía más allá: «Soy
pobre porque hay demasiados ricos», dice uno de sus personajes.
Éste es casi ya el tono de Gerhart Hauptmann. Pero, a pesar de
ello, el drama burgués del siglo XVIII implica en sí tan poco los
criterios de un teatro popular como el drama proletario del XIX;
uno y orro son resultado de una evolución que ha perdido la cone
xión con el pueblo hace mucho tiempo y se apoya en convenciona
lismos teatrales que tienen su origen en el clasicismo.
En Francia, el teatro popular, que podía exhibir obras como
Maitre Pathelin, había sido completamente desplazado de la litera
tura por el teatro cortesano; las obras bíblico-históricas y la farsa
fueron sustituidas por la alta tragedia y por la comedia estilizada e
intelectuaiizada. No sabemos con precisión lo que había sobrevivi
do de la vieja tradición medieval en la escena popular en provin
cias en tiempos del drama clásico, pero en los teatros literarios de
la capital y de la corte apenas si se había conservado de ella otra
cosa que lo que contenían las obras de Moliere. El drama evolucio
nó hacia un género literario en el que los ideales de la sociedad cor
tesana al servicio de la monarquía absoluta encontraron expresión
del modo más directo y más impresionante. Se convirtió en un
género poético representativo porque se prestaba a ser ofrecido en
un impresionante ambiente social, y las representaciones teatrales
ofrecían una oportunidad especial para desplegar la grandeza y
esplendor de la monarquía. Sus temas se tornaron símbolo de una
vida heroico-feudal, basada en la idea de la autoridad, del servicio
y de la lealtad, y sus héroes se convirtieron en idealización de una
clase social que, gracias a su despreocupación de los cuidados tri
viales de la vida cotidiana, podía ver en este servicio y en esta leal
tad los más altos ideales éticos. Todos aquellos que no estaban en
George Lillo, The London Mere han t or the History of George Bamwell, 1731 >1V/2.
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