Page 79 - Los caminos de Virginia
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Una posible interpretación del poema permite  observar la divinidad que habita en la

                  naturaleza, representada en el árbol que habla; la abundancia representada en el panal de

                  miel; el esfuerzo del hombre para alcanzar tal abundancia, representado en Nguga trepando

                  al árbol; el aprendizaje para evitar cometer los errores del pasado, representado en la escena

                  en la cual se le recuerda a Nguga que dos hombres se mataron intentando alcanzar aquel

                  panal el invierno pasado: “Vamos ya. No te  caigas como la vez pasada/ A la altura que

                  llevas, un simple resbalón será la muerte”  (2010, 316).  La unión de los nativos con la

                  naturaleza, representado en Aalén: “Aalén está en la miel y en las manos./ Aalén está en los

                  peces que se deslizan./ Aalén está en los ojos del gato” (2010, 316). Finalmente, el nuevo

                  amanecer, representado en el parto.  Queda en suspenso  el significado del inesperado

                  movimiento del bebé en el vientre de Dagui. ¿Acaso será el nacimiento de una estirpe de

                  hombres que respetará la naturaleza como sus antepasados? ¿Acaso el nacimiento de una

                  estirpe que repetirá los errores del pasado? Queda esto a la consideración del lector. El alma

                  del lector quedará suspendida entre la esperanza y la idea del eterno retorno.



                  Será la esperanza construida no solamente sobre un sueño o una visión, sino también sobre

                  un constructo de enseñanzas y experiencias, será el nacimiento de un hombre que desea

                  aprender de la naturaleza, de mente aguda, ése que Tagore llamaba “hombre infinito”. Si

                  bien aparece como una utopía, Spinoza probó que el conocimiento natural es algo que no

                  pertenece a unos cuantos elegidos sino que es algo que todos los hombres tienen en común.

                  No se trata, tal como Ospina lo manifiesta en su ensayo “El país del futuro”, de postular un

                  retorno masivo hacia lo primitivo, sino más bien recuperarlo y dialogar con él. Aprender,

                  escuchar lo que escuchó Aurelio Arturo  en uno de  sus poemas,  esos tambores  en “las

                  espesas selvas o en las que fueron selvas” que transmiten la palabra humana, la “palabra del

                  hombre”. Al desarrollar el tema del diálogo con lo primero, Ospina lo asume como una

                  necesidad: “Nadie como los pueblos indígenas conoció y respetó los secretos de esta tierra;

                  nadie como los incas  supo cultivar los Andes  sin destruirlos; nadie como los pueblos



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