Page 127 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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      más con la ayuda de quienes le habían sido sospechosos que
     con los demás. Pero de esto no se puede hablar generali-
      zando porque varía según cada caso particular.  Sólo diré
     esto, que el príncipe podrá siempre ganarse con gran faci-
      lidad a aquellos hombres que al comienzo de su principado
      habían sido sus enemigos, pues son los que, para mante-
      nerse, necesitan un apoyo y están especialmente  forzados
      a servirle con lealtad porque son conscientes de que nece-
      sitan cancelar con sus obras la mala opinión que de ellos
      se tenía; y así el príncipe  saca de ellos más provecho que
      de aquellos que, sirviéndole con demasiada  tranquilidad,
      descuidan sus negocios.
        Y puesto que la materia lo requiere, no quiero dejar de
      recomendar a los príncipes que recientemente  han .ocupa-
      do un estado con ayudas desde su interior, que examinen
      bien qué tipo de razones movieron a los que les han favo-
      recido a favorecerles; y si no es por afecto natural hacia él,
      sino más bien porque estaban descontentos  con la situa-
      ción anterior, a duras penas, con gran esfuerzo y dificulta-
      des, podrá contar con su amistad, ya que es imposible que
      pueda comentarles. Y examinando atentamente, con la ayu-
      da de ejemplos sacados de las cosas antiguas y modernas,
      las razones de todo esto, verá que le ha de ser mucho más
      fácil ganar la amistad de aquellos hombres que se conten-
      taban con el estado anterior y que por ello eran sus ene-
      migos, que la de aquellos otros que precisamente  por su
      descontento  se convirtieron en sus amigos y le ayudaron
      a ocupar el estado.
        Ha sido costumbre de los príncipes, para proteger la se-
      guridad del estado, edificar fortalezas  que fueran la brida
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      y el freno de quienes planearan  rebelarse, y a la vez refu-
      gio seguro contra un ataque repentino. Alabo esta costum-
      bre, porque ha sido usada desde la antigüedad  sin embar-
                                                8;
      larmente interesante la de 1505) habla con respeto de él y de su «minis-
      tro» el jurista Antonio de Venafro. Ver también a propósito de este maes-
      tro del engaño, Principe, XXII y Discursos, III, 6.
        7   Acerca del problema de las fortalezas ver, Discursos, 11, 24.
        8  Es como una concesión formal, una reverencia hecha a su propio
      mito de  la antigüedad,  pero  como siempre  la realidad  se impone.
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