Page 125 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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derles; muestras que desconfías de ellos o por su cobardía
o por su poca lealtad: y tanto una consideración como la
otra, les hace concebir odio contra ti. Y como no puedes
estar desarmado, te verás obligado a recurrir a las tropas
mercenarias, cuyas cualidades ya hemos mencionado más
arriba 3; y por muy buenas que fueran, no pueden ser tan
numerosas que te defiendan a la vez de los enemigos po-
derosos y de los súbditos sospechosos. Por eso, como ya he
dicho, un príncipe nuevo, en un principado nuevo, siem-
pre ha organizado allí el ejército; las historias están llenas
de tales ejemplos.
Pero cuando un príncipe adquiere un estado nuevo que
como un miembro más se añade al que ya poseía, es nece-
sario entonces desarmar aquel estado, a excepción de aque-
llos que en el momento de la conquista fueron tus parti-
darios; e incluso a aquéllos, con el tiempo y aprovechando
las ocasiones, hay que hacerles blandos y afeminados, y or-
ganizarse de tal manera que todas las armas de tu estado
se hallen únicamente en manos de tus propios soldados,
que estaban ya a tu lado en tu antiguo estado.
Nuestros antepasados, y aquellos que eran considerados
sabios, acostumbraban a decir que era necesario conservar
Pistoya con las facciones y Pisa con las fortalezas 4, y por
eso fomentaban las discordias en todas las ciudades que te-
nían sometidas para dominarlas más fácilmente. Esto, en
aquellos tiempos que Italia estaba en cierta manera equili-
brada, debía estar bien; pero no creo que pueda darse hoy
en día como precepto: porque no creo que las divisiones ha-
gan jamás bien alguno; antes bien, es inevitable que las ciu-
dades divididas se pierdan rápidamente cuando el enemigo
se acerca; ya que siempre la facción más débil se adherirá
a las fuerzas enemigas y la otra no podrá resistir.
l En el capítulo XII y en todos los que ha hablado del ejército.
4 «Tenere Pistoia con Je parti e Pisa con le fortezze» es efectivamente
una máxima proverbial en los ambientes· políticos florentinos; ver F. Gil-
bert en Journal o/ the Courtauld and Wa,-bu,-g Institutes, 1957, páginas
187 y ss. Maquiavelo critica el proverbio no sólo aquí sino más duramen-
te aún en Discorsi, III, 27.