Page 101 - El fin de la infancia
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Cuando Jan vio el esqueleto de metal, creyó estar observando el fuselaje de un
pequeño crucero aéreo. Tenía veinte metros de largo y era perfectamente
aerodinámico. Estaba rodeado por ligeros andamios en los que se encaramaban
algunos hombres, armados de poderosas herramientas.
—Sí —dijo Sullivan, respondiendo a la pregunta de Jan— Usamos las técnicas
comunes de la aerodinámica, y la mayor parte de esos hombres procede de la
industria de la navegación aérea. Es difícil creer que exista un ser de este tamaño ¿no
es cierto? O que pueda saltar limpiamente del agua como yo lo he visto.
Todo eso era muy fascinante, pero Jan tenía otras cosas en qué pensar. Buscó con
los ojos, a lo largo del gigantesco esqueleto, un lugar conveniente para su celdita. "El
ataúd de aire acondicionado", como la había bautizado Sullivan. En un punto, por lo
menos, se sintió tranquilo. Había bastante espacio como para una docena de
polizones.
—La armadura parece casi completa —dijo Jan—. ¿Cuándo le pondrán la piel?
Me imagino que ya habrán cazado la ballena, pues si no no hubiesen sabido qué
longitud tendría el esqueleto.
Sullivan pareció muy divertido ante esta observación.
—No pensamos cazar ninguna ballena. Por otra parte, estos animales no tienen
piel, en el sentido común del término. Sería muy poco práctico envolver esa armadura
con una manta de grasa de veinte centímetros de espesor. No, imitaremos la piel con
materiales plásticos, pintados adecuadamente. Nadie notará la diferencia.
En ese caso, pensó Jan, hubiera sido más razonable que los superseñores llevasen
algunas fotografías y armasen ellos mismos el modelo, allá, en su planeta. Pero quizá
las naves de aprovisionamiento volvían vacías, y una ballenita de veinte metros
apenas ocupaba lugar. Cuando se tiene tanto poder, y tantos recursos, es inútil
preocuparse por pequeñas economías...
El profesor Sullivan se encontraba no muy lejos de una de las grandes estatuas
que habían desafiado, todos los conocimientos arqueológicos desde el descubrimiento
de la isla de Pascua. Rey, dios, o quienquiera que fuese, su mirada sin ojos parecía
estar clavada en la suya cada vez que dejaba su trabajo y levantaba la cabeza. Estaba
orgulloso de su obra. Lamentablemente, pronto desaparecería de la vista de los
hombres.
El cuadro podía haber sido creado por algún artista loco, en uno de sus confusos
delirios. Sin embargo era una copia fiel de la realidad. El artista era, en este caso, la
naturaleza. Hasta el perfeccionamiento de la televisión submarina muy pocos
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