Page 108 - El fin de la infancia
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que no podríamos entender; pero no nos parecerían obra de magia.
—¿Está realmente seguro? —dijo Karellen tan débilmente que fue difícil
escuchar sus palabras—. Sólo un centenar de años separa la edad del vapor de la edad
de la electricidad, ¿y qué hubiese hecho un ingeniero victoriano con un aparato de
televisión o una calculadora electrónica? ¿Y cuánto hubiese vivido si comenzara a
examinar esos aparatos? El abismo que separa a dos tecnologías puede ser tan grande
como para convertirse en algo... mortal.
(—Hola —murmuró el agente de Reuter al de la B.B.C.—. Tenemos suerte hoy.
Va a hacer una declaración importante. Conozco los síntomas.)
—Y hemos impedido que los seres humanos salgan de la Tierra por otras razones
también. Observen.
Las luces disminuyeron hasta apagarse. Una lechosa opalescencia se formó en el
centro del cuarto. Al fin se transformó en un torbellino de estrellas, una nebulosa
espiral vista desde un punto situado mucho más allá de su sol más exterior.
—Ningún ser humano ha visto esta escena hasta ahora —dijo la voz de Karellen
desde la oscuridad—. Están mirando el universo de ustedes, la isla galáctica de la
cual el sol terrestre es sólo un miembro desde una distancia de medio millón de años
luz. Hubo un largo silencio. Luego Karellen continuó, y su voz encerraba ahora algo
que no era precisamente piedad, pero tampoco desprecio.
—La raza humana ha demostrado no poder resolver los problemas de este planeta
minúsculo. Cuando llegamos, estaban ustedes a punto de destruirse a sí mismos con
los poderes que la ciencia les había entregado temerariamente. Sin nuestra
intervención la Tierra seria ahora un baldío radiactivo.
»Ahora tienen ustedes un mundo en paz y una raza unida. Pronto serán bastante
civilizados como para gobernar el planeta sin nuestra ayuda. Quizá hasta puedan
dirigir todo un sistema solar, digamos unas cincuenta lunas y planetas. ¿Pero creen
realmente que podrían enfrentarse con esto?
La nebulosa aumentó de tamaño. Ahora las estrellas pasaban rápidamente,
apareciendo y desvaneciéndose como las chispas de una fragua. Y cada una de esas
chispas fugaces era un sol, con quién sabe cuántos mundos circundantes...
—En esta galaxia —murmuró Karellen— hay ochenta y siete mil millones de
soles. Pero aun ese número sólo da una débil idea de la inmensidad del espacio. Ante
ella serían ustedes como hormigas que intentasen clasificar todos los granos de arena
de todos los desiertos del mundo.
»La raza humana, en el estado actual, no puede tener esa pretensión. Uno de mis
deberes ha sido el de proteger a los hombres de las fuerzas y poderes que hay entre
los astros... fuerzas que ningún hombre es capaz de imaginar.
La imagen de los giratorios y nebulosos fuegos de la galaxia se apagaron
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