Page 111 - El fin de la infancia
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               —¡Mira esto! —estalló George lanzando el papel hacia Jean. La hoja, a pesar de
           los esfuerzos de la mujer, vino a posarse indiferentemente en la mesa del desayuno.

           Jean quitó con paciencia la jalea, y comenzó a leer el pasaje ofensivo, haciendo todo
           lo  posible  por  mostrar  algún  signo  de  desaprobación.  No  lo  hacía  muy  bien,  pues

           demasiado  a  menudo  estaba  de  acuerdo  con  los  críticos.  Comúnmente  trataba  de
           guardarse estas opiniones herejes para sí misma, y no solamente en beneficio de su
           paz y tranquilidad. George estaba perfectamente dispuesto a aceptar elogios de ella (o
           de cualquier otro), pero si Jean aventuraba alguna critica recibiría una conferencia

           aplastante acerca de su ignorancia.
               Leyó dos veces la crónica, y al fin se dio por vencida. Parecía bastante favorable

           y así se lo dijo a George.
               —Parece que la representación le gustó. ¿De qué te quejas?
               —De  esto  —gruñó  George  señalando  con  el  dedo  la  mitad  de  la  columna—.

           Vuelve a leerlo.
               —"El  delicado  color  verde  pastel  del  fondo  en  la  escena  del  ballet  era
           particularmente agradable." ¿Y bien?

               »—¡No era verde! ¡Tardé mucho tiempo en conseguir ese matiz exacto de azul ¿Y
           qué pasa? ¡O alguno de esos técnicos malditos destruyó el equilibrio de los colores o
           ese  crítico  idiota  tiene  un  miserable  receptor!  ¿De  qué  color  parecía  en  nuestro

           aparato?
               —Este...  no  me  acuerdo  —confesó  Jean—,  Poppet  comenzaba  a  gritar  en  ese
           momento y tuve que ir a verla.

               —Oh —dijo George cayendo en una hirviente aquiescencia. Jean sabía que en
           cualquier  momento  estallaría  otra  erupción.  Cuando  ocurrió,  sin  embargo,  fue
           bastante suave.

               —He  inventado  una  nueva  definición  de  la  TV  —murmuró  George
           tenebrosamente—.  Un  aparato  para  impedir  la  comunicación  entre  el  artista  y  el
           público.

               —¿Y qué quieres hacer? —replicó Jean—. ¿Resucitar el teatro?
               —¿Y  por  qué  no?  —preguntó  George—.  Eso  es  exactamente  lo  que  estaba
           pensando.  ¿Recuerdas  aquella  carta  que  me  escribieron  los  de  Nueva  Atenas?

           Volvieron a escribirme. Y esta vez voy a contestarles.
               —¿De  veras?  —dijo  Jean  algo  alarmada—.  Pensé  que  eran  un  montón  de
           maniáticos.

               —Bueno,  sólo  hay  un  modo  de  averiguarlo.  Pienso  ir  a  verlos  antes  de  dos
           semanas.  Las  obras  que  representan  son  perfectamente  normales,  hay  que
           reconocerlo. Y hay entre ellos algunos hombres de mucho valor.




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