Page 116 - El fin de la infancia
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Como otros muchos hombres, inteligentes y bien intencionados, sabía apreciar todo
           lo que Karellen había hecho por la raza humana, aunque los planes del supervisor no
           lo hiciesen feliz. ¿No era posible, se decía a veces a sí mismo, que a pesar de su

           enorme  inteligencia  los  superseñores  no  entendieran,  realmente,  a  la  humanidad  y
           estuviesen cometiendo, con la mejor de las intenciones, un terrible error? ¿Y si en
           nombre de una altruista pasión por el orden y la justicia hubiesen decidido reformar

           el mundo sin comprender que estaban destruyendo el alma humana?
               El  declive  apenas  había  comenzado,  pero  ya  era  fácil  descubrir  los  primeros
           indicios. Salomón no era un artista, pero sabía apreciar finamente el arte, y sabía que

           esta  época  no  había  alcanzado,  en  ese  orden,  las  cimas  del  pasado.  Quizá  todo  se
           arreglase un día, cuando desapareciera el aturdimiento provocado por la llegada de
           los superseñores. Pero un hombre prudente tenía que tomar algunas medidas.

               Nueva Atenas era esas medidas. Había costado veinte años de trabajo y algunos
           billones de libras, fracción relativamente pequeña del total de las riquezas mundiales.

           Durante quince años no había pasado nada; todo había ocurrido en el último lustro.
               La  tarea  de  Salomón  hubiera  sido  irrealizable  si  algunos  de  los  artistas  más
           famosos del mundo no hubiesen comprendido que el proyecto era realmente posible.
           Los artistas le habían dado su apoyo porque el plan satisfacía sus aspiraciones, no

           porque  fuera  importante  para  la  salud  de  la  raza.  Pero,  una  vez  convencidos,  el
           mundo ya no regateó su ayuda moral y material. Tras esta espectacular fachada de

           talentos  temperamentales,  los  verdaderos  arquitectos  de  la  colonia  comenzaron  su
           tarea.
               Una  sociedad  está  formada  por  seres  humanos  cuya  conducta  individual  es
           imposible predecir. Pero si se toman algunos grupos básicos comienzan a aparecer

           ciertas  leyes,  como  ya  lo  habían  descubierto,  en  otros  tiempos,  las  compañías  de
           seguros.  Nadie  puede  decir  quién  morirá  en  determinada  época,  pero  es  posible

           predecir el número total de muertes con considerable exactitud.




               Había  otras  leyes,  más  sutiles,  ya  sospechadas  en  el  siglo  anterior  por

           matemáticos  como  Wiener  y  Rashavesky.  Estos  habían  argüido  que  sucesos  tales
           como  las  depresiones  económicas,  el  resultado  de  las  carreras  armamentistas,  la
           estabilidad de los grupos sociales, las elecciones políticas, etc., podían ser analizadas

           con  ciertas  técnicas  matemáticas.  La  gran  dificultad  era  el  enorme  número  de
           variables, difíciles de representar en términos numéricos. No era posible trazar una
           serie de curvas y declarar definitivamente: —Cuando se llegue a esta línea estallará la

           guerra—. Y no era posible tampoco tener en cuenta el asesinato de un hombre clave o
           los  efectos  de  un  nuevo  descubrimiento  científico...  Menos  aún  terremotos  e
           inundaciones,  los  que  pueden  tener  un  efecto  muy  profundo  en  gran  número  de

           personas y en el correspondiente grupo social.


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