Page 81 - El fin de la infancia
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Me he leído la mitad de su biblioteca. Ha sido una prueba bastante dura.
               —Lo  creo  —dijo  Karellen  secamente—.  ¿Ha  descubierto  algo  entre  toda  esa
           bazofia?

               —Sí.  Once  casos  seguros,  y  veintisiete  probables.  Pero  como  el  material  sólo
           recoge casos aislados no es posible utilizarlos con fines estadísticos. Y la evidencia
           está  mezclada  a  menudo  con  cierto  misticismo...  quizá  la  mayor  aberración  de  la

           mente humana.
               —¿Y cuál es la actitud de Boyce ante todo esto?
               —Pretende ser un hombre de mente libre y escéptica, pero el tiempo y el esfuerzo

           que ha dedicado a sus libros revelan cierta fe subconsciente. Lo desafié a que me lo
           negase y me respondió que quizá yo tenía razón. Boyce anda buscando una prueba
           decisiva.  Por  eso  realiza  esas  experiencias,  aunque  pretenda  que  sólo  se  trata  de

           juegos.
               —¿Y Boyce cree que nuestro interés es sólo académico? ¿Está usted seguro?

               —Totalmente seguro. La mente de Boyce es, en muchos sentidos, bastante simple
           y obtusa. Por eso mismo su interés por esta esfera particular tiene un carácter algo
           patético. No es necesario tomar ninguna medida especial.
               —Ya veo. ¿Y qué hay de la muchacha que se desmayó?

               —Esto es lo más interesante. Jean Morrel fue, casi con seguridad, el canal por el
           que vino la información. Pero ya tiene veintiséis años. Excesivamente mayor para

           que  se  la  considere,  de  acuerdo  con  nuestras  experiencias  anteriores,  un  contacto
           primario. Tiene que haber, por lo tanto, alguien muy unido a ella. La conclusión es
           obvia. No tendremos que esperar muchos años. Habrá que transferirla a la categoría
           púrpura.  Jean  Morrel  puede  convertirse  en  el  ser  humano  más  importante  de  esta

           época.
               —Así  lo  haré.  ¿Y  qué  hay  de  ese  joven  que  hizo  la  pregunta?  ¿Fue  simple

           curiosidad o tuvo otro motivo?
               —Estaba allí por casualidad. Su hermana acababa de casarse con Rupert Boyce.
           No conocía a los otros huéspedes. Estoy seguro de que no hubo nada premeditado.
           Sólo  las  condiciones  excepcionales,  y  probablemente  mi  presencia,  inspiraron  la

           pregunta. De modo que su conducta es apenas sorprendente. Tiene un único interés:
           la  navegación  interplanetaria.  Es  secretario  del  grupo  de  astronáutica  de  la

           Universidad del Cabo, y evidentemente dedicará a este tema toda su vida.
               —Su carrera puede ser interesante. Mientras tanto, ¿qué actitud cree usted que
           tomará Rodricks?

               —El ingeniero hará indudablemente algunas comprobaciones, tan pronto como le
           sea posible. Pero no podrá probar la exactitud de la información, y es difícil, a causa
           de  su  origen  tan  peculiar,  que  se  decida  a  publicarla.  Y  aunque  lo  hiciese,  ¿nos

           afectaría de algún modo?




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